Convulsión social
La reivindicación minera ha terminado en Madrid, después de una agotadora marcha tan negra como el carbón que se defiende. El clamor de los mineros recorrió las principales vías de la capital de España, y escuchado –y hasta respaldado– por sus ciudadanos. Pero no por el Ejecutivo que, en este caso, representa el ministro de Industria, señor Soria, que no es soriano sino canario, un canario que no canta, que no dialoga, que encerrado sigue en su jaula ministerial. Y cuando no hay diálogo, que obligado es en todo trato o negociación, se produce el enfrentamiento y la ruptura de la paz social, como ha ocurrido en este caso. Que va a terminar mal, muy mal. Peligrosamente mal, como todo lo demás que está ocurriendo en España, con subidas salvajes de impuestos, recortes y tijeretazos, decretados por el Gobierno del PP, precipitadamente, también sin diálogo ni medir las consecuencias que puedan tener en la desamparada ciudadanía.
Una ciudadanía indignada –sobre todo los funcionarios públicos, que son los más machacados, injustamente, y hasta con saña–, que se ha lanzado a la calle al no tener otra alternativa ante medidas tan drásticas que les acaba de hundir económicamente. Porque el ciudadano, el contribuyente, es el chivo expiatorio y pagano siempre cuando las cosas vienen mal dadas, como ocurre con esta crisis que está empobreciendo miles de hogares españoles. Una pobreza, por cierto, en la que España tiene el nivel más elevado de la Unión Europea. Y en ésta no somos más que un cero a la izquierda. Y a izquierdas y derechas, aferradas siempre a sus ideologías e intereses de partido, debemos este calvario económico y político, en el que la pesada cruz de la crisis es llevada, únicamente, por las clases media y trabajadora.
Sí, por parte del Gobierno no ha habido diálogo con los mineros, ni tampoco lo hay con la oposición antes de decretar tan salvajes impuestos y recortes, necesarios o no, deben antes de exponerse y ser discutidos, como corresponde en un Estado democráticos. Lo contrario, ahí lo tenemos: una convulsión social, en la calle ya, que puede terminar en algo mucho peor. Diálogo y entendimiento, sí, y no confrontación.
Diremos, finalmente, que desde Zapatero a Rajoy España es una ruina hoy.
Ricardo Luis Arias, Aller
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