El equilibrio armónico en las reuniones
Somos testigos, con demasiada frecuencia, de lo difícil que es mantener una conversación fluida y respetuosa en cualquier tipo de reuniones. Entre los miembros que las conforman no suelen faltar quienes interrumpen a los demás en sus exposiciones -lo que, por cierto, ocurre con mucha frecuencia en los debates de nuestros representantes políticos y en las tertulias de algunos medios de comunicación-, independientemente del tema que se aborde.
Tampoco suelen faltar quienes para defender su postura incurran en el insulto o en la descalificación del contrario, o los que disfrutan tanto escuchándose que impiden la opinión de los demás. O aquéllos que intentan exponer sus criterios a la vez haciendo que sus voces se superpongan y se conviertan en desafinados pentagramas sonoros, estableciéndose así un cacareo gritón que hace terminar a muchos de los reunidos con los oídos sordos, la cabeza dolorida y en algo similar a la frustración. O todo a la vez.
Johan Sebastian Bach, maestro de maestros en la técnica musical del Contrapunto no hubiera tenido mucho éxito si la hubiera aplicado a las reuniones. Pero sí podría haberlo tenido con la Armonía, hija del Contrapunto, ya que las personas reunidas tienen la posibilidad de poder marcar un ritmo conformado, basándose principalmente en los intervalos, en el enlazamiento de diálogos y en su contextualización, al igual que ocurre en la música, en la que el compositor controla la simultaneidad de los sonidos de tres maneras: 1. Cómo suena cada acorde aisladamente -en nuestro caso, cada voz humana. 2. Cómo responde un acorde -la voz humana en la reunión- al relacionarse unos con otros. 3. La función que cumple cada acorde -la de cada una de las voces y opiniones surgidas-.
Parece evidente, pues, que en las reuniones no sólo importan los asuntos que en ella se tratan, sino cómo se dirigen y cómo se abordan las formas, el ritmo y el tono de voz utilizados, siendo todos ellos importantísimos indicadores de la educación de los participantes. Es conveniente practicar en ellas el oír, ver y callar, para después poder opinar individualmente con una mentalidad armónica, procurando convertir las reuniones en un tiempo distendido y amable y poder disfrutar así de una estabilidad polifónica.
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