Niños saharauis

3 de Agosto del 2012 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Por fortuna no todo es economía pura y dura, recortes y ajustes de presupuestos. La solidaridad sigue siendo un valor que están poniendo de manifiesto muchas familias asturianas. Concretamente nos referimos en este caso al programa «Vacaciones en paz», que desde 1995 viene organizando la Asociación Asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui. Esta iniciativa tiene básicamente como objetivo que durante los meses de julio y agosto un grupo de niños saharauis convive con familias de adopción propiciando una mejora en su alimentación y salud. Aprovechando, al propio tiempo, que el niño pueda ser revisado a través de exámenes médicos, lo que permitirá incrementar las opciones de un desarrollo físico saludable, algo muy importante en un entorno de condiciones extremas como en el que viven el resto del año estos chiquillos.

Pues bien, desde hace unos días, un año más, ya están entre nosotros 318 niños saharauis para pasar unas vacaciones en paz, en el seno de decenas de familias de la región. Durante nueve semanas, pues, dejarán atrás los insoportables 50 grados de calor a la sombra que padecen en el desierto argelino para disfrutar de lo que cualquier niño, sin importar su origen, debería poder disponer agradablemente: playa, piscina (el agua hasta les asombra y encanta verla fluir por el grifo), deportes, revisiones médicas y un variado y largo etcétera.

Puede decirse que visitan nuestra tierra como si de un parque de atracciones se tratara. Todo les sorprende cuando llegan por primera vez –hay niños que llevan viniendo seis años, el máximo permitido–. Se maravillan y se deleitan, asimismo, con cualquier alimento que muchos niños europeos desestimarían. En ellos queda bien reflejado lo injusto que es el mundo. Unos tanto y otros tan poco.

Durante su estancia en Asturias los padres de adopción se volcarán con ellos tratándoles como a sus propios hijos. El problema es que las vacaciones se terminan y tendrán que regresar a sus arenales de origen, pero sí les quedará el recuerdo –para algunos será la última vez, si han cumplido los 12 años– de su verano asturiano, y la vida volverá a ser dura con ellos.

Así lo explica con mucho disgusto María Esther Zapico, que desde hace seis años viene a su casa el niño saharaui Dahi Tatah y que por cumplir la edad límite este año no podrá volver. Tanto ella como su marido y sus hijos, uno de ellos con edad parecida a la de Dahi, ya están «viviendo» la separación.

Por nuestra parte se nos ocurre pensar, ¿no resultaría mejor que los países ricos –en este caso España si puede presumir de buena posición– tomaran cartas directas en el problema e hicieran más cómoda la vida de estos pequeños y de los suyos? Al fin y al cabo, es cuestión de dinero. El «chocolate del loro» para los países prósperos.

Ciertamente, el programa «Vacaciones en paz» está llevando a cabo una labor encomiable, como muy bien nos ha demostrado con números el coordinador para la zona de Castrillón, Hugo García, a su vez policía local, dedicado en cuerpo y alma a que todo ruede y se desarrolle normalmente en la organización, recepción y acogida de los niños saharauis que vienen cada año a la zona. Persona afectuosa y muy válida a quien expresamos los mejores deseos para que su madre supere cuanto antes la enfermedad que le tiene muy preocupado.

Precisamente en estos momentos en que la mayoría de las administraciones públicas recortan partidas en Cooperación y el Desarrollo, que se mantenga este programa «Vacaciones en paz» es un gesto más que loable. Un mérito que hay que apuntar en el haber de ese grupo de familias altruistas que acogen a estos niños a pesar del panorama sombrío de la economía española, no abandonando su empeño solidario, es para tenerlas muy presentes en nuestra estima ciudadana, con especial agradecimiento a las pertenecientes a esta circunscripción de Castrillón.

Felicitaciones, pues, en nombre de todos las personas de buena voluntad que existen en este municipio que, por suerte, son innumerables. Gracias, de verdad.

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