La virtud de estar callados
Según expresaba el poeta y diplomático inglés Matthew Prior, en alusión a las expresiones poco afortunadas, es cosa notable que los que más hablan son los que menos tienen que decir. Eso es precisamente lo que le está ocurriendo al que fuera el más efímero y menos afortunado presidente del Principado de Asturias, Francisco Álvarez-Cascos, que, después de muchas singladuras en la vida pública, posiblemente sólo será recordado por su nefasta gestión al frente del Ejecutivo asturiano, con la que, como todos esperamos y deseamos, haya puesto fin a toda su larga y controvertida trayectoria política. No es de recibo que quien, defraudando todas las expectativas, hasta las de sus propios correligionarios, demostrando una incapacidad e incompetencia manifiesta para ejercer labores de gobierno, sin precedentes en la política nacional, tenga la osadía de pretender dar lecciones al actual Gobierno central, proponiendo la convocatoria de unas nuevas elecciones generales y la salida del euro como medidas para superar la crisis en la que está inmersa España.
No cabe duda de que la situación por la que está atravesando el país es harto delicada, y que la salida a la misma no se está presentando nada fácil, pero lo peor que en este momento nos podría ocurrir sería precisamente aumentar aún más la incertidumbre, con unas elecciones a la vista, un gobierno en transición y unos resultados finales probablemente menos manejables que los actuales. El casi reciente Ejecutivo, con mayoría absoluta en la Cámara, está suficientemente legitimado y tiene la máxima capacidad para sacarnos de esta crisis, en la que, por acumulación de errores de otros gobiernos precedentes, de los que no es ajena la última Administración socialista, hemos ido cayendo hasta alcanzar las insostenibles cotas actuales. La idea de la salida del euro, en estos precisos momentos, con la que está cayendo y las nefastas e inmediatas repercusiones que tal medida llevaría asociadas, sólo se le puede ocurrir a un irresponsable o a un iluminado.
Lo que España necesita es de políticos de clase, competentes y verdaderamente comprometidos con un proyecto de nación, de los que por desgracia tenemos un tremendo déficit, al tiempo que todas las fuerzas políticas hablen con una misma y sola voz, remando en la dirección correcta, dando al exterior la sensación de unidad que necesitamos para restablecer, de este modo, el nivel de confianza que hemos ido perdiendo a lo largo de estos últimos tiempos. Lo que no necesitamos es de políticos como Cascos que, con más pena que gloria y pasado ya su tiempo, el mejor y mayor servicio que pueden prestar a nuestro país es el de irse a su casa y permanecer callado.
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