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Crisis de diseño

7 de Agosto del 2012 - Florentino Fernández Ruiz (Mieres)

Hace treinta y cuatro años que en este país se iniciaba la transición y la puesta en marcha de los sindicatos democráticos. Al final de una reunión, un banquero, que no empleado de banca, me preguntó qué opinión tenía de Rusia. Mi respuesta fue: es el seguro de vida que tenemos la clase trabajadora del bloque occidental europeo y es a quien debemos el que exista un capitalismo socialdemócrata. Su réplica fue que el bloque del «telón de acero» hay que desmontarlo y usted lo verá y también verá una crisis de tal magnitud que arrasará Europa entera.

A uno, que entonces andaba por los 28 años, aquel vaticinio le sonó a ciencia ficción, ya que salíamos del largo período de estancamiento político de la dictadura, donde los grandes procesos históricos de treinta años parecían eternos. Sin embargo, hoy, mirando hacia atrás, uno comprende cuando Marx decía que los grandes hechos históricos de treinta años no son sino un día y que pueden venir días que condensen treinta años. A día de hoy, alguien con creencias metafísicas admiraría la visión mesiánica de aquel pronóstico; yo, desde la dialéctica materialista, fui entendiendo a lo largo de estos años que aquella predicción estaba diseñada y se iba a ir cumpliendo inexorablemente.

El capitalismo socialdemócrata estaba condenado a desaparecer y equipararse al del sudeste asiático y el proceso comenzó desmontando el bloque socialista. El bloque occidental acuñó el término «sociedad del bienestar», que no era otra cosa que logros sociales que no eran consolidados por no tener la sociedad control sobre las plusvalías y beneficios del capital, sino que eran financiados a través de subvenciones y créditos, lo que nos hizo creer que éramos ricos cuando estábamos hipotecando nuestro futuro. Esta crisis no es más que el desmantelamiento de la socialdemocracia, envuelta en un eufemismo que se denomina crisis. Eliminan una paga, congelan los salarios, desaparecen los derechos y las libertades y le llaman recortes.

Era previsible que la Unión Europea sería un fracaso porque la sociedad es un reflejo de las familias que la forman. Por tanto, la unión de varias naciones es lo mismo que si uno imagina la unión de varias familias, unas ricas y otras pobres: o ponen encima de la mesa sus recursos y se reparten equitativamente, con lo cual los más ricos salen perdiendo; o se hace lo que se está haciendo ahora y lo que se hizo con las familias de trabajadores, que para mantener su estatus tienen que recurrir al crédito. España, Portugal, Grecia, etcétera, son esas familias pobres que tienen que financiarse a crédito y que, en una ignorancia e ineptitud de su clase política, se han endeudado hasta las cejas, ya que nunca debieron caer en la cuenta de que el crédito hay que pagarlo y sobre todo si quien presta es Alemania, ya que históricamente el capitalismo alemán siempre fue propenso a traicionar al pueblo.

Desde que mandan los mercados, el pueblo esta hipnotizado presenciando el espectáculo televisivo de los tertulianos, economistas, políticos... diciendo estupideces y discutiendo sobre el timo del déficit o la prima de riesgo, lo mismo que si les da por seguir el euribor o cualquier otro índice, para ir diseñándonos el holocausto de todos los que aspiren a trabajar.

No es cierto que hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades, hemos vivido como nos han enseñado y obligado, endeudándonos porque no había otro remedio y porque la publicidad y el marketing de los bancos y financieras nos invitaban a hacerlo con grandes facilidades para ello. Y ahora, cuando vieron que esa vía entrañaba peligros para su capitalismo, nos ponen el contador a cero para que devolvamos lo que nos habían prestado, aplicando la desregulación más salvaje.

Estamos bajo el impacto de la política de quien todos sabemos que es el fabricante de «crisis de diseño» y todos los países que están sometidos a su carta de intenciones saben que su forma de contabilizar y combatir el déficit para exportar más lo que genera para los pueblos es hambre, enfermedad y pobreza.

En España, aprovechando que el Pisuerga pasa por donde pasa, como se dice ahora (aunque podría pasar por otro sitio), se pretende desmantelar la enseñanza, la sanidad, la investigación, las autonomías. En definitiva, vender a precio de saldo todo lo público. Hay que adelgazar el Estado hasta que queden media docena de funcionarios, suficientes para gestionar los servicios que queden, y por añadidura, en la misma medida, hay que adelgazar las autonomías o algunas incluso eliminarlas, porque es un contrasentido e inviable tener un Estado central disminuido y unas autonomías fuertes.

¿Por qué se demoniza el gasto de las autonomias cuando se les quitó el techo de gasto en vez de controlarlo desde el Gobierno central? Todo el mundo sabía que hay grandes diferencias en el nivel de ingresos de cada autonomía y todo el mundo sabía que no todos podían aspirar a lo mismo.

Sería una perversión para ahora justificar el centralismo del Estado.

No quedará títere con cabeza, pero eso sí, se mantendrá el fútbol, al que la Hacienda pública y la Seguridad Social les permiten sus blanqueos y aplazan sus deudas millonarias, todo porque cumple un fin social más importante que esas mamandurrias (término acuñado por la derecha) como prestaciones del Inem, sanidad o enseñanza, etcétera. Y a los deportistas y artistas de élite que evaden impuestos, se les seguirá prestando como ejemplo de sacrificio y superación para la juventud, la cual con carreras superiores o ganas inmensas de trabajar ya no les quedará ni la cola del paro.

Algo tendremos que hacer para identificar quiénes son los que diseñaron esta abominable crisis que algunos han dicho que es una lucha de clases que van ganando por goleada. No van a servir los autoengaños para ir tirando.

Alguien debería avisarnos, cuando uno es joven, de que el tiempo pasa demasiado deprisa. Los que son jóvenes hoy tendrán que reflexionar sobre ello.

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