Los héroes de la crisis
Aprovecho estas palabras para rendir honores a esos hombres y mujeres, a los que la guadaña del tiempo segó de sus testas el vello o, a lo sumo, las nieves del mismo platearon sus sienes como dice el tango. Esos héroes anónimos, que con sus maltrechas pensiones, libadas sorbito a sorbito por el vampírico Estado, consiguen reducir las colas de cocinas económicas y bancos alimentarios. Esos que sólo existen para la casta política en épocas de papeleta blanca y salmón, son el verdadero Estado, el hombro donde lloran los ojos cansados de ver su turno en números y letras en las ofinas del Inem, la voz sosegada que dice no te preocupes pero la mascan y sufren en silencio, la buena caja que prefiere tener pérdidas sólo para mitigar la deuda de la desesperación y los aprietos. Esos adorables padres y madres, que en tiempos de bonanza son sombras olvidadas a recordar en llamadas comprometidas y alguna celebración con desgana, son esos que ahora en las duras tienden la mano sin reproches ni intereses, que sin saberlo son parapeto de muchos que atraviesan la delgada y efímera línea de la pobreza y la precariedad. A ellos, roble y laureles, gloria y honores y, sobre todo, memoria, respeto y reverencia. Vendrán las maduras y esta crisis será un recuerdo fugaz, una conversación pasajera en un móvil de última generación, a bordo de un coche con una estrella frontal o camino de alguna isla paradisiaca todo incluido, y estos héroes volverán a reírse felices, a bordo de un autobús camino de Benidorm o Torrevieja, de lo bien que están sus hijos, cuyo alzheimer provocado y prematuro les hará olvidar quiénes fueron los marineros que echaron la maroma, para que esta galerna de la crisis no nos arrastrara al fondo del mar.
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