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Sonrisas y longevidad

12 de Agosto del 2012 - Profesor doctor José Antonio Flórez Lozano

La mayor parte de las cosas que necesitamos para ser felices no son en absoluto importantes; en muchas ocasiones no hay que cambiar la realidad para ser más feliz; sólo hay que saber lo que es no tener una «moneda valiosa» y, entonces, uno se alegra de tenerla. Fermín, de 91 años, afirma que él es feliz porque tiene una sonrisa eterna, le gustan mucho las conversaciones, la partida de dominó, la amistad, la humildad, la calidez, la proximidad física con los demás, escuchar a los otros, la sencillez, la generosidad sin límites y la ayuda a los demás. Fermín es una persona feliz porque derrocha grandeza humana por los cuatro costados. Es tan feliz que tal como decía el gran poeta Bécquer, a Fermín, le ocurre exactamente lo mismo: «Hoy el cielo y la tierra me sonríen». En fin, curiosamente, explicaba Fermín, que la sonrisa abierta no era causa de nada, sino efecto de todo.

La felicidad y las sonrisas, a pesar de las grandes dificultades de la vida, le invaden continuamente, y están presentes de forma constante. Fermín encuentra la felicidad en la inmensidad de lo sublime, en aquellas experiencias y recuerdos inenarrables. Y, además, su lema es tratar de olvidar y superar los miedos y sufrimientos que le apresan en la telaraña de la infelicidad. Una gran parte de la felicidad está en las cosas pequeñas y no «en un pequeño yate, una pequeña mansión o una pequeña fortuna, como acostumbraba a decir Groucho Marx. Fermín es la satisfacción vital, pasión por la vida, impulso energético, manantial de salud y longevidad. Me decía Fermín: Hoy me he despertado en una casa bonita, oiré música, subiré escaleras, contemplaré el horizonte y las figuras dibujadas en las montañas, escrutaré las nubes y descubriré sus encantos, imágenes y figuras, saludaré a todas las personas que encuentre por la calle; no noto la paz pero estoy rodeada de ella. Seguimos en nuestra conversación y me expresa Fermín: me hicieron ver que pensando en el futuro, me estaba amargando el presente. También alerta Fermín de que resulta fácil dejarse llevar por la desesperanza y por la negatividad y, especialmente, acomodarse frente al limbo del televisor. No quiere intoxicarse con una información que nos habla de desastres, tragedias, miedos, desempleo masivo, hambre y un pesimismo apocalíptico.

Expone Fermín que cuando el tiempo se arrastra lento, sin querer pasar, cuando cada minuto dura una eternidad y no hay manera de llenar ese vacío, trata de rescatar de su mente, imágenes, vivencias y lugares asociados a recuerdos positivos que, sin duda, estimulan su mente y potencian su sentido del humor. Manifiesta Fermín, no debes claudicar; la vida no es desesperación, es una actitud continua de superación. En efecto, voluntad, esfuerzo y perseverancia son claves para acariciar la felicidad; como dice el científico húngaro Gabor Somorjai, «si te frena el fracaso, nunca alcanzarás el éxito». En fin, Fermín quiere vivir esperanzado procurando cultivar lo más importante de la vida, es decir, el amor, algo que es asequible a cada uno de nosotros y que no nos pueden arrebatar. Quiere sencillamente vivir de amor, despertando cada mañana con una sonrisa. Por eso, ahora vivo más intensamente el presente. Y, ciertamente, el presente hay que entenderlo como una gran oportunidad llena de ideas y con todo por hacer. El presente es pasión, trabajo, conocimiento, perfume, sensibilidad, sentimiento, disponibilidad y acompañamiento. Para mí, dice Fermín, la felicidad es una actitud, el prisma a través del que miras la vida. Apostilla Fermín: «Intentemos dejar de lado el pasado y no nos obsesionemos con el futuro, mirémoslo sin resignación, pero sin condicionamientos». En fin, Fermín, disfruta de la primavera y del verano y, también, de la caída de las hojas en pleno otoño, tornándose más doradas, de la hojarasca o del mantillo del suelo, de los árboles desnudos y de los paisajes mágicos que esconden muchos sueños. Creo que soy feliz, dice Fermín. Algo similar manifestaba Luis Fernández Vega, gran oftalmólogo asturiano, que fallecía a los 87 años en agosto de 2010. Decía Fernández Vega que «la juventud no es una época de la vida, sino un estado de la mente», y añadía, «uno es tan joven como su confianza, tan viejo como su temor, tan joven como su esperanza .... tan viejo como su desesperación». Se sentía feliz, porque había cumplido sus sueños de la mano de su familia, de su trabajo y de su pueblo, donde sentía cálidamente el cariño y la amistad de sus vecinos y amigos. De todo ello hay una conclusión muy importante para ser feliz: «aceptarse y amarse a sí mismo/a» es esencial para superar el pesimismo y, por ende, la depresión. Tal vez, los pesimistas no deberían sorprenderse si ven que sus temores y sus predicciones se hacen realidad. En este sentido, el filósofo francés Lucien Jerphagnon, en su libro «Elogio del pesimismo», manifiesta que para ser feliz hay que vacunarse contra los excesos del optimismo.

Pero en la vida real, dice, prefiero derrochar optimismo, porque sé que es el mejor antídoto frente a la depresión y otras enfermedades crónicas que tienen efectos devastadores en las personas mayores. Vencer cualquier limitación, superar la frustración, mostrar lo mejor de uno mismo, potenciar el trabajo y la amistad, disfrutar del ocio y de la comunicación, rehusar el aislamiento y despertar todos los días con una gran sonrisa, un cóctel de fármacos antidepresivos idóneos, para ser feliz y alcanzar la longevidad. Aprendamos de Fermín. Lo mejor que podemos hacer es reír, reír y reír. Ya finalizando nuestra conversación, me comentaba su estrategia para huir de los sentimientos depresivos: «Me maravillo de cosas que a nadie asombran; por ejemplo, de que a la noche le suceda el día; soy de los que siempre se despierta de buen humor; me alegra el olor a café, el cielo azulo gris, los árboles con sus hojas verdes o desnudos; me gusta enamorarme todos los días; me gusta la lluvia o el sol». En realidad, Fermín es una persona que sabe encontrar el antidepresivo más eficaz, que es la propia vida. Por ello, apreciado lector, ¡valoremos la vida! ¡Gocemos de ella! ¡Aplaudamos sin cesar nuestra existencia!

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