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El crimen más inhumano

5 de Agosto del 2012 - Pedro Bengoechea Garín

No puedo calificar de otro modo la muerte provocada al ser humano no nacido a causa de la malformación u otras deficiencias que presenta. ¿Es acaso el núcleo del problema que se debate en estos días? A la destrucción irreparable de una vida incipiente o en desarrollo se le suma la circunstancia agravante del defecto del sujeto que lo padece. Este individuo no es uno cualquiera. Su fragilidad y su vulnerabilidad están tan acentuadas por la enfermedad o tara que le hacen ser aún más protegible. Sin embargo, las leyes que actualmente tenemos no le conceden tal beneficio.

Subtítulo: En defensa de la derogación total de la actual ley del aborto

Destacado: También ahora los niños deben satisfacer ciertos proyectos de los padres o de la sociedad, por lo que se tiende a modificar ciertos atributos al principio de la vida o, en el caso más extremo del problema, pueden ser sacrificados aquellos cuando no cumplen con los criterios de calidad preestablecidos

Al contrario, permiten su destrucción personal, mediante lo que eufemísticamente se llama:«interrupción terapéutica del embarazo» (el aborto terapéutico), dirigida no a la mujer, sino al niño enfermo o disminuido. La realiza el médico, quien decide (claro está, con la aprobación de los padres) la suerte de estos fetos afectados, para ahorrarles, se dice, el sufrimiento de una vida desgraciada para sí y para los suyos, o el dolor de una decisión penosa de la mujer en ese trance, etcétera; al igual que tantas y tantas otras razones que se pueden aducir y que nunca podrán servir para justificar una muerte ignominiosa y cruel del sujeto más inerme y desvalido de la especie humana. Nada que ver con el aborto involuntario o con el principio moral de la acción de doble efecto, a la que cada vez se recurre menos, dado el progreso de la biomedicina y de las posibilidades terapéuticas existentes. Por lo demás, el caso más conocido es el del diagnóstico prenatal del niño con síndrome de Down, cuyo aborto terapéutico se realiza para prevenir el nacimiento de niños trisómicos. Esto que se hacía en los grandes regímenes totalitarios europeos con toda clase de gente maltrecha se sigue haciendo, aunque más sofisticadamente en nuestros días, y se llama eugenesia.

También ahora los niños deben satisfacer ciertos proyectos de los padres o de la sociedad, por lo que se tiende a modificar ciertos atributos al principio de la vida o, en el caso más extremo del problema, pueden ser sacrificados aquellos cuando no cumplen con los criterios de calidad preestablecidos. Criterio utilitarista. Así, la ética de la vida es sustituida por la ética de la calidad de la vida, aceptando razonable la supresión de la vida enferma o disminuida. Lo terrible del caso es que un diagnóstico médico y todas sus intervenciones, que siempre deben buscar la salud y la vida del enfermo, minusválido o discapacitado, quede frecuentemente en el resultado infausto asociado con el aborto. Esto, además, contribuye a la falsificación del concepto de terapia: en lugar de curar se elimina a quien está afectado por la patología. ¿Por aquí se conducen y se entienden las últimas críticas despiadadas que los grupos de progresistas y feministas, asociaciones sanitarias, partidos y sindicatos, muchos de ellos proabortistas, han hecho al ministro de Justicia en su anuncio de suprimir el supuesto de la malformación del feto? En mi modesto entender, más que una reforma de supuestos y plazos, lo que precisa la actual ley del aborto es una derogación total de la misma, donde no quepa la muerte de ningún ser humano y sí el respeto más profundo y la ayuda necesaria a la madre y a su hijo antes, durante y después del parto.

El aborto sí es un retroceso y una degradación moral de la sociedad que lo permite. Lo que es una inmoralidad grave, una injusticia y un daño para las personas nunca puede convertirse en un derecho de la mujer. La ley debe tener en cuenta el bien de todos los hombres, el derecho debe concordar con los valores morales al servicio del hombre. Si falta esto, el derecho deja de ser derecho y se convierte en corrupción de la ley. Todos los derechos deben garantizar la protección del hombre y no su destrucción. No es objeto de derecho aquello que hace daño a otro ser humano. Por lo tanto, el aborto nunca será un bien, sino un mal en sí mismo. El derecho de las mujeres no debe negar el derecho a la vida. Quien no entienda así, todavía no ha comprendido que la vida, su propia vida, es un valor incomparable que no admite ni justificaciones ni falsos pretextos para no respetarla y protegerla desde su inicio hasta su fin natural.

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