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Mesas privadas para comer en Rodiles

12 de Agosto del 2012 - María Luisa González Begega (Sotrondio)

Esta semana he ido a la playa de Rodiles con un familiar y dos niñas, una de 3 años y otra de 8 meses. Al principio el primer problema (como casi siempre) fue el aparcamiento, una inmensidad de coches aparcados por todos sitios, sin un hueco para acoplar el nuestro, ríos de caravanas y atascos al por mayor, y en medio de este caos un coche de la Policía con dos agentes dentro, como si lo que ocurría fuera no fuese con ellos, ensimismados con sus respectivos móviles y ajenos al mundo. Después de una hora larga pudimos aparcar a unos quinientos metros del parking, en la carretera. ¡Primera prueba conseguida!

Otra hora larga buscando una mesa para poder comer, pero, como siempre, el 90 por ciento de las mesas reservadas, con su mantelito y sus piedras para que el aire no lo lleve. Cansados de caminar, con los niños llorando porque tenían hambre y la mayor agotada, nos decidimos a sentarnos en esas maravillosas mesas reservadas. Nuestra intención era dar de comer a la niña mayor y al bebé darle el pecho e inmediatamente irnos.¡Pero aparecieron los ogros!: un matrimonio de unos sesenta y pico años con una señora (por llamarlos de alguna forma), de unos ochenta, soltando todo lo peor que se puede llamar a unos delincuentes. No lo voy a repetir, sólo decir que lo más suave fue que éramos unos sinvergüenzas. Yo insistía en que era sólo un momento, que las mesas eran públicas y que allí no había nadie cuando llegamos, aun así, podríamos compartir la mesa, pero la «ogra» decía que a ella no le gustaba comer con desconocidos. Así que para no dar más que hablar, pues éramos el centro de atención de todos los comensales, recogimos el petate y, con el bebé llorando, porque su mamá le tuvo que quitar el pecho, y la otra niña con la comida a medias, nos retiramos a otra mesa que también tenía «mantelito», esperando que llegaran otros ogros y recibir otra súper bronca. Pero esto no ocurrió, una familia muy amable que estaba atenta a lo ocurrido nos invitó a comer con ellos, eso sí, son personas educadas.

Con todo esto quiero protestar, denunciar, gritar para que todas las personas civilizadas y no civilizadas se enteren: no soporto las reservas de los inmuebles públicos. Son eso, públicos, de todos, y nadie puede ni debe reservar mientras están en la playa tocándose lo que quieran para luego ir a comer y volver a reservar para la merienda y otra vez para la cena. Incluso también existen «personajes» que dejan el mantel de un día para otro. ¡Increíble, pero cierto! Así que tú llegas a Rodiles a la hora que puedes o quieres y no tienes mesa para comer, aunque sí hay mesas vacías, pero privadas.

Si algún responsable del Ayuntamiento de Villaviciosa lee esto, quiero que lo tenga en cuenta, ya que vamos a pagar aparcamiento dentro de poco, también podrían poner un vigilante para estos menesteres, para que no se hagan fuegos, para que las personas no dejen las bolsas de basura apoyadas en los árboles o encima de las mesas y para que no aparque cualquiera en las zonas para minusválidos. Porque todos somos contribuyentes en este país y pagamos nuestros impuestos, recordando que también tenemos nuestros derechos y nuestros deberes, aunque sigan existiendo ogros y «ogras», por desgracia.

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