Sensibles ausencias en Cajastur
Tenía previsto titular este artículo como «Sensibles pérdidas en Cajastur», pero entonces hubiera corrido el riesgo de que quienes no leyeran el contenido pudieran difundir el mensaje erróneo de que nuestra primera entidad financiera también había entrado en crisis. Y no, las pérdidas a las que nos queremos referir no son, evidentemente, económicas, ya que la entidad goza de una sólida salud, pero sí lo son, a mi juicio y opinión, muy importantes. Para quienes defendimos, siempre, que las competencias que en materia de cajas de ahorros corresponden al Principado de Asturias deberían estar reguladas por una ley, consensuada, que alejara la gestión de la primera entidad financiera de Asturias del vaivén que supone la alternancia en el Gobierno regional y que sus criterios de actuación fueran exclusivamente profesionales, el año 2000 fue un año de bienes. Aquel año se le dio a Asturias una ley de cajas de ahorros, una buena ley, que, asumiendo los principios de la LORCA, descansa su estructura de representación en las entidades fundadoras, las corporaciones municipales, los impositores y los representantes sindicales de los empleados de las cajas. Mantuvo unos porcentajes de representatividad similares a los anteriores, pero, como dato enormemente positivo con respecto a lo llevado a cabo en otras autonomías, blindó la elección de los representantes de los impositores frente a la general tendencia a abrir tal grupo de representación a la intervención política, sindical o empresarial, valorando que, para garantizar la gestión profesional de la Caja, era conveniente apostar por una representación de la clientela lo más independiente posible de cualquier asociacionismo previo que, por intereses propios, tuviera la tentación de querer influir en favor de una gestión a su conveniencia. El sistema de representación de los impositores, en la ley del Principado de Asturias de Cajas de Ahorros, descansa en una auténtica muestra de la variedad y pluralidad de la sociedad, sin grupos o mayorías influyentes que pudieran estar dirigidas al servicio de intereses ajenos a los de la propia entidad. Si se echa un vistazo a lo sucedido en otras autonomías y cajas, vemos que la disminución, por ley, de la representatividad política y sindical es pura retórica, pues los partidos políticos y los sindicatos están legitimados para presentar candidaturas y acceder a los órganos de gobierno de las cajas por el grupo de los impositores y así controlar todo el proceso a beneficio propio. Como de hecho sucede. En Asturias, no.
Pues bien, Asturias construyó y se dio una buena ley. A cambio de sacrificios personales y políticos importantes. Con cierta resistencia inicial a su implantación, pero que poco a poco ha venido demostrando ser una adecuada herramienta para realizar una buena gestión.
Pero no solamente la ley de cajas ha sido artífice de la buena gestión, magníficos resultados y fortaleza en solvencia y eficiencia de Cajastur, pues la ley, como decimos más arriba, era simplemente la herramienta. Para la buena gestión del día a día era necesario un equipo al nivel profesional adecuado y para lograrlo se consensuó la confianza en una persona que, ya antes de la ley, había dado muestras de ser capaz de llevarlo a cabo.
Sin embargo, para que un equipo de dirección pueda trabajar mirando hacia adentro, hacia sus funciones en la Caja, hacia las necesidades de la propia gestión, era necesario que, afuera, las posibles turbulencias, las presiones o influencias de quienes estaban acostumbrados a ello fueran contenidas en sus propios y naturales diques. Y para esta tarea de dejar hacer, con información y control, eran necesarias personas con alto sentido de la responsabilidad institucional, con gran capacidad de distinguir su posición social en la vida pública o privada y sus intereses particulares o de grupo de las responsabilidades como consejeros de la primera entidad financiera asturiana, puesto que, dentro de los órganos de gobierno de la Caja, no debe primar otro interés que el de la propia Caja. Y hubo esas personas. Los órganos de gobierno de Cajastur tuvieron esas personas. Y algunas de esas personas son las pérdidas o ausencias a que nos referimos al principio.
Subtítulo: Asturias se dio una buena ley de cajas a cambio de sacrificios personales y políticos importantes
Destacado: Cesan ahora consejeros importantes, que han contribuido durante estos últimos años a la buena gestión de la entidad financiera, demostrando una gran responsabilidad
Cesan ahora consejeros importantes, que han contribuido durante estos últimos años a esa buena gestión que celebramos. Una renovación muy amplia en el grupo de los impositores, que ha sido cimiento sólido en la garantía de estabilidad de la dirección demostrando un gran sentido de responsabilidad y dando muestras de que la confianza que se depositó en ellos, al concedérseles tanto poder de decisión, tenía fundamento. Y hago, con referencia a los cesantes de este grupo, un reconocimiento colectivo en los nombres propios de Patricia Pañeda Huerta, secretaria de la comisión de control, y Roberto Álvarez Margaride, vicepresidente segundo, que dejó muestras de su buen hacer en el consejo de administración.
Una pequeña reestructuración del grupo de corporaciones municipales deja al concejo de Aller sin representante en el consejo de administración, lo que también supone la pérdida de una persona: su alcalde, Gabriel Pérez Villalta, comprometido a fondo con la estabilidad de los órganos de gobierno.
Pero las pérdidas o ausencias más significativas y que me han dado pie para escribir estas líneas pertenecen al grupo de las entidades fundadoras, a representantes de la Junta General del Principado y del Ayuntamiento de Gijón. Conscientes de que precisamente por ser representantes de las instituciones que decidieron en su día que Cajastur tuviera alcance regional, y futuro como el que vivimos, pero, separando con clarividencia y firme decisión sus adscripciones políticas, pusieron todas sus capacidades en aportar a –y no en recibir de– la Caja, ayudando a conducirla a buen puerto, soportando, posiblemente, incomprensiones de personas muy próximas, de amigos y camaradas, al mantenerse firmes en sus creencias de que el gran servicio que podían hacer a Asturias era preservar a la Caja de las apetencias, personales o de grupo, y garantizar una gestión exclusivamente profesional. Su comportamiento conciliador, de apoyo firme al equipo directivo, con su presidente a la cabeza, ha supuesto una lección magistral para quienes hemos compartido con ellos su quehacer de consejeros. Y va siendo hora de mencionarles con nombres y apellidos, de reconocerles personalmente su servicio y ejemplo, que no otra cosa ha sido su paso por la Caja, a Paz Fernández Felgueroso, vicepresidenta primera, quien tiene que cesar por razones de edad cronológica, la cual está en cruel contradicción con su viveza intelectual y su empuje vital. Reconocimiento igualmente destacado para Carmen del Barrio Prallong, presidenta de la comisión de control, ¡qué gran lección de fortaleza femenina!, de qué forma y con qué coraje aguantó la desmesura de algunos comisionados en momentos difíciles, de gran tensión. Y reconocimiento también muy merecido para Pelayo Roces Arbesú, que, con gran discreción y buen hacer, formó perfecto equipo con Paz Fernández Felgueroso en la misión de potenciar y garantizar, dentro de los órganos de gobierno, el espíritu emanado de la ley: consenso, estabilidad y profesionalidad.
Sensibles ¿pérdidas?, sensibles ausencias, en todo caso, estas que reseñamos. Magníficos ejemplos los que nos dejan y que esperamos se repitan en quienes han sido elegidos para sustituirlos. Por mi parte, los echaré de menos, como consejeros, porque como amigos espero mantenerlos siempre.
José David Vigil-Escalera Balbona, vocal del consejo por el grupo de los impositores, con funciones de secretario en el consejo y en la asamblea general de Cajastur.
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