Juan José Bros Fernández, un psiquiatra muy humano
Falleció recientemente D. Juan José Bros Fernández, un conocido psiquiatra de Mieres del Camino que desarrolló una ingente labor profesional, en sus muchos años de servicio.
Bros ejerció la psiquiatría en casi todos los dispositivos asistenciales habidos en Asturias, en Sanidad, en la Seguridad Social, en el antiguo Hospital Psiquiátrico de Oviedo y en el ejercicio privado. Le llevó a ello su inmensa vocación de ayuda a los demás y tal vez la necesidad de criar a una familia numerosa.
Antetítulo: Necrológica
Subtítulo:Un profesional que se distinguía por su humanidad
Pero lo que caracterizó a Bros en el prolongado desarrollo de su profesión fue sobre todo la humanidad. Sus pacientes le conocían y querían porque se daba a los demás, se entregaba a las peticiones de su corazón abierto y generoso, se apenaba de aquellos que sufrían como consecuencia de la enfermedad mental. Nunca se negó a tratar a nadie e intentó ayudar a todos. Se paraba por la calle para saludar y sonreír a todos a quienes había tratado y tenía una memoria proverbial para las caras y siempre una palabra amable para todos. Siempre con una sonrisa en la boca, siempre con el corazón en la palabra.
La sonrisa de Bros era abierta y solícita y revelaba su generosidad. Sus cualidades humanas sobresalían por encima incluso de su formación psiquiátrica aun siendo ésta de lo más sólido de la provincia. Se había formado en la especialidad con los mejores psiquiatras del país en Madrid, en el antiguo Hospital de Leganés. Pero echaba de menos su Asturias del alma y volvió a ella en cuanto pudo, dejando lo que seguramente habría sido un brillante porvenir en la Capital de España. Su conocimiento era seguro y su habilidad en el trato convencía a los pacientes más recalcitrantes a la toma de la medicación, aliviaba con su charla el dolor de los depresivos y tranquilizaba con frecuentes chascarrillos a los ansiosos.
Coincidí la última vez con él hace poco peritando en un Juzgado, (Una de las pocas actividades que evito al máximo), y antes de entrar me convenció una vez más por su enorme humanidad de la necesidad de la peritación: “Mira que a este pobre chaval se le ha muerto el padre, que era médico, y que nunca pudo hacer carrera de él, que realmente está enfermo y que por mucho que le traté no conseguí casi nada, hay que echarle una mano para que salga adelante…”. Tenía razón como casi siempre.
Bros destilaba asturianidad por todos los costados, no he oído cantar tonadas a ningún psiquiatra con más garbo y buena voz que a él y era el centro de las tertulias donde participaba, siempre tenía un chiste, una anécdota, un comentario simpático. Amigo de sus amigos, tenía excelentes relaciones con toda la psiquiatría asturiana y era querido por todos. Nunca se quejó por las desgracias familiares que tuvo que afrontar y junto a su mujer Sara hizo frente a más de una vicisitud. Siempre alegre y sonriente, con su sonrisa de siempre y esos ojillos vivaces que se afinaban en sus extremos cuando contaba algo de interés, seguro que estará aun de charla con San Pedro, retrasando la entrada en un cielo que se tiene merecido.
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