Ficción científica o realismo tragicómico
Recordarán los lectores que en no pocas historietas fantásticas (desde H. G. Wells a Ray Bradbury, pasando por Arthur Clarke) se recurre a la ominosa figura de extrañas entidades durmientes, sean éstas mensajes encriptados u artefactos ocultos, sembrados estratégicamente por seres hostiles, bien para verificar el grado de avance de nuestra civilización o bien para emerger contra ella en un momento dado, como agresivos e implacables caballos de Troya.
Algunos ingenuos se han preguntado por qué la obstinación del independentismo catalán en mantener embajadas de discutible legalidad y escasa rentabilidad comercial. Pues precisamente para lo que van a ser utilizadas. Para aquello que, aunque viéndose, no creen posible los aún más ingenuos creyentes en que el Estado de Derecho, el Derecho Constitucional y el Derecho Internacional son murallas disuasorias u ocas capitolinas frente a la barbarie, y no endebles tramoyas en un escenario de ciencia ficción de la serie B.
Si los guionistas han hecho su trabajo, los actores y figurantes bordan bestezuelas voraces y babosas gelatinosas, y los apalominados espectadores, entre repeluses y eructos, siguen pagando localidades, la estafa tiene asegurada su permanencia en pantalla.
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