La política y su razón
Si la verdadera razón de la política es la de amparar a los ciudadanos y conseguir su bienestar social, es el hombre, de nuevo, el único responsable del fin aberrante de su tortuoso desarrollo, del fanatismo y de la indecorosa manipulación de las gentes.
Abundan en este mundo los ídolos que desde su pedestal incitan con sus discursos fetichistas al pensamiento único, al ensañamiento verbal, a la violencia. A la profanación de la libertad.
Carentes de escrúpulos, negocian con la inocencia, con la vulnerabilidad, con el trabajo, con el hambre. Con la dignidad.
Sus intereses corporativistas y económicos son altas torres de tensión cuyas peligrosas descargas siempre actúan inexorablemente sobre los más desfavorecidos, y sus "campos electromagnéticos" producen tantos daños soterrados que, con el tiempo, consiguen sociedades enfermas, desesperanzadas, enrarecidas, impotentes. Temerosas.
Pero también, convulsas ante la desesperación.
Es cuestión de supervivencia. Y de tiempo.
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