Decisiones sorprendentes
Todas las adoptamos a veces, incluso usted y yo, paciente lector, pero, cuando las decisiones sorprendentes las toman «los de arriba», cuando las afirmaciones extemporáneas las formulan quienes tienen altas responsabilidades, resultan más impactantes obviamente.
La Corporación ovetense y el Gobierno del Principado parece que se han puesto de acuerdo, lo que ya de por sí resulta sorprendente, para adoptar la increíble decisión de construir un palacio de justicia en los terrenos del Vasco. Uno no está al cabo de la calle en asuntos tan terrenales, pero me suena que esos solares primeramente fueron privados, después públicos, volvieron a ser privados, ¿y ahora van a volver a ser públicos? ¿Qué baile de la yenka es éste? ¿Quién está engordando con estas operaciones? ¿Por qué el palacio de las artes (y algún proyecto más que no recuerdo) no pudo ser y el de justicia sí. Si Radio Macuto no mintió, el proyecto del virtual palacio de las artes costó la bagatela de un millón y medio de euros. ¡Hala, ovetenses, ayudadles a los ricos a sobrellevar la crisis! ¿Y las famosas trillizas por qué no fueron construidas ahí? ¡Ah!, me parece que se adujeron razones estéticas... Pero las razones estéticas estaban de vacaciones cuando las lumbreras de turno adoptaron la sorprendente decisión de añadir un pegote horroroso al Museo Arqueológico, metido de lleno en el casco antiguo. Para no caer en la fácil tentación de ver pajas en ojos civiles, sin percatarse de posibles vigas en ojos eclesiásticos, hay que reconocer que las altas jerarquías de nuestra Iglesia también adoptan a veces decisiones sorprendentes. Tal sucedió con el traslado del obispo de Cartagena a la diócesis de Alcalá. Monseñor Reig había mantenido un contencioso, que sería prolijo explicar aquí, con un ricachón, de apellido Mendoza, propietario de la Universidad Católica de Murcia. Y de buenas a primeras, la Santa Sede, con la anuencia, se supone, del Nuncio y de la cúpula episcopal española, en vez de recurrir a la mano zurda para que el enfrentamiento concluyese en tablas, adoptó la sorprendente decisión de trasladar al obispo a Alcalá, dejándole como perdedor en la «contienda» ante la opinión pública y poniendo en difícil tesitura al prelado que le sustituya. Días después trascendió que el ínclito señor Mendoza se había prodigado en generosas dádivas, tanto en metálico como en especie, en favor del Nuncio y de distinguidos monseñores, como Rouco y Cañizares, entre otros. Y no hay por qué concluir que se tratase de una compra de voluntades, pero tampoco hay por qué darles argumentos a los malpensados. Uno no es consejero episcopal, pero entiende que los interesados deberían haber explicado el porqué de esas dávidas y a qué fueron destinadas, porque tanto el Nuncio como los obispos, además de ser honrados, deben parecerlo.
Bastante más revuelo mediático han levantado las aparentemente sorprendentes declaraciones del Papa en África sobre los preservativos. Digo aparentemente, porque servidor leyó íntegramente dichas declaraciones y, una vez leídas, ya resultan menos sorprendentes. Otra cosa es que los medios de comunicación amarillistas, que cada vez abundan más, no se tomasen la molestia de enterarse de todo lo que dijo el Papa y en respuesta a qué capciosa pregunta lo dijo. Porque ante las palabras de Benedicto, quizá no del todo matizadas, cualquier buen entendedor podía colegir que el hombre pretendía distinguir entre soluciones para el sida a corto plazo y soluciones a medio o largo plazo. Utilizando el símil de la gotera, el Papa venía a afirmar que la gotera del sida no se arregla del todo colocando en el desván un caldero, sino subiendo al tejado a taparla. Algo que suscribiría sin dudarlo el mismísimo Perogrullo. Pero a los que sacan algún rédito con la venta de calderos les faltó tiempo para tirarse a la yugular de Benedicto. Casualmente, o sin casualidad, esos días el Gobierno español adoptó la sorprendente decisión de enviar un millón de preservativos a África. ¡Échale guindas al pavo! A los banqueros les regalan millones y a los pobres condones. Hay regalos que, más que ayudar al receptor, le humillan. Y éste es un ejemplo palmario. El pueblo africano necesita alimentos y medicinas antes que condones. Y, sobre todo, necesita que no se le expolie y que se le ayude a salir de la permanente postración en la que vive. Pero a los que inventaron un Ministerio de Igualdad parece importarles una higa la desigualdad Norte-Sur, que es, con diferencia, la peor de las desigualdades de nuestro mundo.
Servidor era de los que pensaban al principio que la cacareada crisis no era para tanto, pero en las últimas semanas están llegando a la puerta de la parroquia y a la del cura muchos más pedigüeños de los habituales. Mucha gente se cree con derecho a poner de chupa de dómine a la Iglesia y a los eclesiásticos, pero sorprendentemente, cuando pintan bastos, hasta los más descreídos llaman a nuestras puertas, que no son precisamente las mejores dotadas económicamente, a ver si se les cae algo. Algo bueno tendremos. Menos mal.
José Manuel Fueyo Méndez, párroco de Nuestra Señora de Covadonga de Oviedo, Oviedo
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