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El turismo en Asturias: breves reflexiones al paso

10 de Octubre del 2012 - César Alvarez

«Todo lo hasta aquí expuesto no es más que un reflejo de la complejidad que entraña la gestión turística, cada día que pasa más necesitada de contar con profesionales cualificados».

«La discusión académica y profesional (...) para la competitividad y sostenibilidad del turismo, empieza a concretarse en un concepto nuclear: el conocimiento».

(De una revista de la OMT, enero de 2003).

Ruego al lector que disculpe la cita personal a la que me veo obligado a acudir para señalar que, en mi etapa anterior como habitual comentarista de turismo en este periódico –dejando de lado otras actividades afines–, siempre he sostenido que el sector puede llegar a suponer una importante aportación al conjunto económico de Asturias, pero difícilmente una fuente básica de bienestar social generalizado, un campo de creación de riqueza para todos.

Esto se acaba de poner de relieve finalizada prácticamente la temporada estival del presente año, en la que se han visto defraudadas las esperanzas, concebidas una vez más ligeramente, tanto por los entes institucionales como por el sector privado, quienes lamentan profundamente ahora cómo la rentabilidad del turismo ha descendido hasta niveles insospechados; tal parece que sin solución de continuidad, al menos a plazo más o menos corto.

Subtítulo: Las consecuencias de la crisis

Destacado: la Dirección General de Turismo ha puesto en marcha un plan integral que, entre otros aspectos, contempla una regulación única, actualmente repartida en trescientas y pico normas

Tan es así, que incluso alguien ha manifestado ya que detrás de la recesión de la actividad constructora es muy probable que en los próximos meses tengamos, lamentablemente, que contemplar una situación paralela en el gremio hostelero, dicho sea con las reservas lógicas que entraña el opinar afirmativamente sobre el desenvolvimiento de los bares, hoteles, restaurantes, etcétera, tan ligados a contingencias socioculturales a veces no programadas.

Al llegar a este punto, resulta inexcusable sacar a relucir la crisis por la que atravesamos, la cual tiene una influencia evidente sobre dos características que definen el turismo, una de ámbito general y otra específicamente española:

Primera: por su propia condición intrínseca, por su propia naturaleza, nos encontramos aquí frente a un fenómeno de masas, tremendamente movible, que cambia fácilmente de territorio de asentamiento ante cualquier contrariedad: elevación de los precios, una acogida poco amable, la aparición de una epidemia, incremento del número de delitos, las revueltas callejeras, unos servicios públicos deficientes, y la relación es interminable.

Segunda: en el caso concreto de nuestro país, el potencial que lo anima, el pilar en el que se sustenta, la energía que lo promociona, en fin, está formado, increíblemente en más de un cincuenta por ciento, por el llamado turismo interior o turismo doméstico, que es el que realizamos los propios españoles cuando nos trasladamos de una región a otra, siempre dentro del espacio nacional, preferentemente por motivos de ocio y diversión.

Por supuesto que existen bastantes otras causas que están provocando la marcha atrás del sector hasta extremos preocupantes, pero que no es acertado analizar en el presente comentario, por razones sin duda que a nadie se le escapan.

Expuestas brevemente entonces ambas circunstancias, resulta obvio insistir en que nos encontramos ante una crisis sistémica de consecuencias imprevisibles, que está obligando a los viajeros a cambiar de hábitos y preferencias vacacionales, por un lado, reduciendo sus gastos en medida desacostumbrada, y por el otro, eligiendo nuevos lugares de destino, dentro de la oferta, incluso internacional, cada día que pasa más amplia.

Pues así las cosas, parece aconsejable replantearse seriamente, dejando a juicio de los expertos, y no de los advenedizos de turno, cuáles son los retos de renovación y modernización que se le presentan al turismo en los próximos años, y de aquí la reciente puesta en marcha, por la Dirección General que lo gestiona, de un plan integral en el que, entre otros aspectos, contempla su regulación única, actualmente repartida en trescientas y pico normas.

Todo lo anteriormente expuesto no es, en definitiva, más que un sucinto reflejo de la complejidad que supone el desarrollo del sector, evidentemente necesitado de contar con profesionales cualificados, con analistas en tan vasta materia, y no con opinantes espontáneos y abogados sin oficio, no escasos en Asturias, y con los que he tenido algunas diferencias y desencuentros, por lo que pido nuevamente comprensión al lector ante esta otra cita personal.

César Álvarez, periodista especializado en Turismo. Fundador de la ASPET

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