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Contrataciones inmorales en el Conservatorio

1 de Octubre del 2012 - Juan Méndez Varas (Oviedo)

No es momento de hablar aquí de extrañas pruebas de oposición que se han dado en el Conservatorio Superior de Música de Oviedo no hace tanto tiempo con tribunales de amiguetes, novios, etcétera; ni de asignación de plazas a dedo según criterios puramente escolásticos (la secta escolana), ni de quejas infructuosas de alumnos a la Consejería de Educación, porque ya se ha publicado en éste y otros medios. Pero sí quiero hablar de algo parecido acontecido muy recientemente y que ha afectado a varios profesores interinos.

Todo el mundo sabe que cuando un centro educativo tiene necesidades de profesorado recurre a una lista de interinos ordenados en función de la puntuación obtenida en una oposición previa a la que se suma su experiencia educativa y los méritos.

Pero existen otras vías de contratación, fundamentalmente dos: profesores especialistas y bolsa de trabajo por pruebas de aptitud (esta última especialmente rocambolesca y absurda). Los profesores especialistas se contratan cuando hay necesidades especiales; por poner un ejemplo, si una escuela de idiomas necesita un profesor de árabe, o de chino, puede recurrir a esta vía un tanto excepcional y se convoca una prueba de «especialista», con cuyos resultados se configura una bolsa de trabajo. Hasta aquí, todo normal.

¿Pero qué está pasado en el Conservatorio sin que sea la primera vez que ocurre? Muy sencillo: recurren a este tipo de contratación cuando quieren prescindir de profesores que están en la lista de interinos, y las razones pueden ser varias: que no hagan la pelota al equipo directivo, que les caigan mal, que haya envidias o, sencillamente, que quieran colocar a algún amiguete.

Que el Conservatorio convoque una prueba de especialista para una plaza de Armonía y Contrapunto es tan absurdo como que un centro sanitario lo haga para contratar a un especialista en medicina familiar, a no ser que se quiera a algún amigo; entonces, se haría algo tan sencillo como inmoral: le cambiarían el nombre al puesto, lo podrían llamar «Supervisor sanitario del núcleo de convivencia básico», y ya tenemos un especialista.

Pero la cosa va más allá.

Ante las incertidumbres sobre los puestos de trabajo, intento dirigirme con antelación al jefe de estudios del Conservatorio para conocer si había alguna novedad sobre mi continuidad como profesor en el centro; tras una docena de llamadas telefónicas infructuosas, me contesta que este año no se va a contratar a interinos; cuando le pregunto por las causas, se genera un evidente malestar y finalmente me dice que me lo explicarán mejor en la Consejería de Educación. Pero antes de terminar me contó que este año se contratarán profesores italianos y alemanes para la especialidad que deberíamos ocupar otra profesora y yo. Sólo tuve tiempo de decir que si no les daba vergüenza contratar alegremente a personal de otros países con la que está cayendo aquí, y ahí se acabó la conversación.

Me pongo en contacto inmediatamente con el jefe de personal y contratación de la Consejería de Educación y me dice que no sabe absolutamente nada: ni de profesores extranjeros, ni de la situación. Nada de nada. Mientras estudian el caso, ya se han publicado los horarios y nombres de los profesores que van a ocupar el cargo y que no tienen apellidos alemanes ni italianos.

Pasan demasiadas cosas en el Conservatorio como para que nunca se haga nada. No sólo hay profesores con problemas, son especialmente los alumnos los que manifiestan su descontento. Y si alguien lo duda, que se dé una vuelta por las redes sociales, comprobará que no son rabietas, son cuestiones de gran trascendencia para su futuro en un momento que precisa más de audacias que de marrullerías.

Tengo la gran suerte de contar con otras ofertas de trabajo que no tienen que ver con la enseñanza. Por eso puedo firmar esta carta denunciando que, aunque la ley o sus recovecos permitan contrataciones como las que se han hecho en el Conservatorio, son absolutamente inmorales en estas circunstancias que nos tienen a todos al límite.

Aquí queda dicho y, como reclaman muchas instancias oficiales, por escrito. Ahora sólo falta que los que pueden hagan algo, aunque sea «de oficio».

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