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Pirri, un hijo de conducta intachable

16 de Octubre del 2012 - Guillermina Fernández Sánchez (Villaviciosa)

Le agradezco la posibilidad de poder expresar desde sus páginas mi agradecimiento por lo último acontecido en nuestra familia recientemente.

Perder un hijo es difícil, complicado y tremendamente doloroso, pero ver la manifestación de duelo y cariño de todos sus amig@s y de sus padres, así como el respeto en medio de tan caótica situación, no puedo decir otra cosa que gracias con mayúsculas y no puedo sentir más que orgullo y alegría por todas y cada una de las muestras de apoyo y amor hacia él y hacia los que quedamos.

Abel seguirá vivo en nuestro recuerdo, pues cuando se quiere con el alma eso es algo eterno, porque el alma no se muere, y él quería y lo queríamos con toda el alma.

37 años y 7 meses y medio duró su vida entre nosotros. Ahora, y desde el 31 de agosto, en que se durmió relajado, pasó a ser confortado por los ángeles, en esa vida eterna donde no existen los problemas que padecemos en ésta.

Abel ha vivido para vivir, y en todos esos años disfrutó de cada uno de los momentos buenos de la vida y que a él le gustaban. Creo que no fue lo más caro lo que le hizo disfrutar. Él sabía que lo mejor de la vida es gratis, y así lo practicó a lo largo de su vida: las puestas de sol, los amaneceres, los rayos de sol que acariciaban su fina piel, la música de las olas del mar y de la lluvia cuando estaba a techo, el amor de sus amig@s, que para él no era sólo una palabra, sino una entrega sin condiciones, las tertulias interminables, la comida, la música, el cine y los hijos de sus amig@s, que, aunque él no tuvo ocasión de tenerlos, ver que ellos los tenían lo llenaba de alegría.

El trabajo era algo sagrado para él, y las personas con las que trabajó saben, al igual que sus compañeros, cómo era de responsable.

No quiero ser mal interpretada si digo que estoy contenta de haber tenido un hijo de conducta intachable, tanto en su trabajo como con sus amigos, pues así pude entender que para ellos fuera tan duro perder la presencia física de Pirri, como cariñosamente lo llamaban.

No por eso dejaron de mostrarme su afecto y su atención para todo aquello que necesitara. Desconocía la importancia que ellos le daban y el cariño tan grande que le tenían: puedo sentirlos como mis hijos, pues eran como verdaderos hermanos para él.

La vida sin él no va a ser igual, pero puede ser buena, recordando e imitando todos sus buenos gestos.

Que Dios bendiga a todas y cada una de las personas que se acercaron a su despedida. Me sentí muy arropada y contenta de contar con vuestro apoyo.

Un fuerte abrazo para todos.

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