Agradecimiento a Santa Eulalia de Oscos
Queremos, mediante estas letras, darles las gracias a todos los vecinos de Santalla y al señor alcalde en su nombre, y agradecerles la esperanza que han creado en nosotros, sabiendo que por el mundo hay gente capaz de hacer cosas maravillosas de forma tan inesperada.
Imaginamos que tiene que ser un gozo ostentar el cargo de alcalde de una comunidad y vecinos tan increíbles como los de Santalla de Oscos.
Con motivo de pasar un tranquilo fin de semana nos dirigimos un grupo de amigos al hotel Casa Pedro, de la capital, y el sábado hicimos la bella senda de Seimeira. Como bien sabe, perdimos a uno de los compañeros, viviendo unas de las horas más amargas de nuestras vidas; cuando a las dos y media, ya en el comedor del hotel, observamos su ausencia, salimos a toda velocidad a recorrer de nuevo la senda en su busca, pero, inmediatamente, Pedro, el dueño del hotel, salió tras nosotros, y con él su familia, no dudando en atravesar varias veces el río, en zapatos y ropa de calle, arriesgando su integridad. A las pocas horas –y siento no poder citarlos a todos– contábamos ya con la presencia de los cuerpos oficiales de seguridad y protección, más dos helicópteros, rastreando la senda una y otra vez. Pero lo que resulta increíble, al menos para los acostumbrados a la vida cada vez más inhumana de la ciudad, es ver cómo a eso de las seis de la tarde la senda parecía nuestra calle Uría... Todas las gentes de Santalla estaban recorriendo la senda, pateándola y ayudando desinteresadamente, dándonos una lección de humanidad a la que últimamente no estamos muy acostumbrados. Y a la insistencia de algunos de ellos se debe también en parte el que localizaran en la cascada a nuestro amigo a las nueve y pico de la tarde, y el delicadísimo rescate que acabó hacia la medianoche.
No queremos alargarnos: sólo dejar constancia de la entrega y cariño de esas gentes, sus conciudadanos, que han dejado una profunda huella en nuestros sentimientos.
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