Un poco de sensatez y de sosiego
Unos días atrás hemos asistido, y es posible que lo sigamos haciendo en los próximos días, no con escasa preocupación, a lo que podríamos llamar una verdadera convulsión social, cuyo epicentro se situaba en dos señaladas ciudades españolas, como son: Madrid y Barcelona. Se dejaba sentir cada día que transcurría una creciente tensión social en sus calles y plazas, con ininterrumpidas concentraciones, movilizaciones, protestas y reivindicaciones, que terminaban con graves enfrentamientos con la Policía que trataba de impedir alteraciones del Orden Público. Las avalanchas humanas que se producían en aquella ocasión parecían ir encaminadas a asaltar la Sede parlamentaria del Estado.
Subtítulo: Rebajar la tensión en las calles
Destacado: Los sacrificios de austeridad y recorte son necesarios, pero sin que recaigan siempre en los más débiles
Fuera o no cierta tal intencionalidad, el espectáculo que presenciábamos era claramente impropio de lo que debe ser una ciudadanía respetuosa. A todo ello venían a sumarse declaraciones y propuestas desafiantes de algunos responsables autonómicos y de políticos, a favor de la secesión o independencia de sus regiones, incluido el modelo federal, a costa necesariamente de grave fragmentación de la unidad territorial del Estado. Todo ello unido a una crisis económico-financiera que arrastramos desde muy atrás y sin previsiones de cambio a corto y medio plazo, con efectos nefastos para toda la población, incrementaba la intensidad del temor a serios conflictos sociales y políticos.
Como resultado de todos estos factores no se puede negar que existen en la ciudadanía fuertes sentimientos de miedo, incertidumbre, malestar, desencanto, y hasta de irritación y rechazo hacia instituciones sociales y políticas que no han sido capaces de encontrar una solución justa y humana hasta ahora. Dejando de lado la herencia recibida, que no podemos convertirla en excusa permanente, es hora ya de coger al toro por los cuernos. En este necesario rearme físico, moral y del bienestar social de los pueblos sólo necesitamos aunar esfuerzos de todo tipo dejando de lado todo lo que nos desune y crea crispación y confrontación entre los españoles, convencidos de que con ello cerramos cualquier salida a nuestros graves problemas. Es igualmente necesario anteponer el bien común al bien personal. Fuera el instalarnos permanentemente en una crítica negativa que conduce a la desesperanza y desconsuelo.
Los sacrificios de austeridad y recorte son necesarios, pero sin que recaigan siempre en los más débiles. Y lo que debería ser una ocasión de búsqueda de verdaderas soluciones no debe convertirse en motivo creciente de disensiones y enfrentamientos. Y en un tema de suma importancia y actualidad, como es el nacionalismo, los pueblos y regiones de España, con sus dirigentes al frente, deben saber que la propuesta nacionalista puede ser legítima, siempre que no se recurra a la violencia, discurra por cauces democráticos, y esté justificada ante el bien común en toda la población directa o indirectamente afectada. Será necesario en el caso español considerar siempre los bienes de la unidad y de la convivencia de siglos, y guiarse por actitudes de solidaridad y respeto hacia el bien de los demás. Un criterio acertado para los tiempos que corren.
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