Escribir

23 de Octubre del 2012 - José Antonio Coppen Fernández

Hay que tener conciencia crítica, ser apasionados por la verdad y la justicia. Si al cabo de los años no tienes enemigos, es que jamás amaste estos dos grandes conceptos.

Subtítulo:Lo que significa el arte literario

Destacado: Para disponerse a escribir en prosa, es absolutamente necesario tener algo que decir; lo que según se nos ha advertido, no es indispensable para escribir en verso

«Cuando me preguntaban: ¿tú marido trabaja?, yo contestaba, no, escribe». Así se expresa en el soliloquio, mientras le espeta a su marido una sarta de reproches, Carmen Sotillo, la viuda que vela a su esposo muerto, en la obra de Miguel Delibes «Cinco horas con Mario». Es decir, que para esta viuda, escribir no es un oficio. La acepción de trabajar, sintetiza, no es otra que emplearse física y/o mentalmente en una determinada actividad. De modo que plasmar ordenadamente las ideas a través de la escritura es un trabajo.

Para disponerse a escribir en prosa, es absolutamente necesario tener algo que decir; lo que según se nos ha advertido, no es indispensable para escribir en verso. Eso sí, no se debe imitar a nadie, cada cual debe tener su propia personalidad a la hora de desarrollar sus ideas una vez afloren mediante la capacidad de reflexión, describiendo lo que se ha visto y/o vivido. Ese es el verdadero manantial en el que saciar la sed de escribir. Para ello, aprendiendo a mejorar la capacidad de juicio, hay que tener conciencia crítica y ser apasionados por la verdad y la justicia, siempre respetando el sentido de la coherencia. Si al cabo de los años no tienes enemigos, es que jamás amaste estos dos grandes conceptos. Y, salvo que aceptes el papel de amanuense, nadie te debe decir lo que tienes que escribir.

Quienes ejercitan el arte literario optan por transmitir unos conocimientos e ideas que, lógicamente, suelen madurar con los años. Incluso, en ocasiones, puede servir también como válvula de escape para huir de la sórdida realidad circundante. Escribir nos hará más libres y más precisos, permitiéndonos así mejorar nuestra capacidad de síntesis. Y no debemos conformarnos con pensar, pues hemos también de preocuparnos en hacer pensar, fin éste muy importante. De lo contrario es como si la piedra lanzada al estanque se hundiera sin trazar círculo alguno. Se necesita también el concurso del lector, quizás sea cuanto pueda desearse en esta conjunción. Y es que estamos convencidos que no siempre cuando se lee se capta enteramente el contenido y los mensajes que el autor desea transmitir.

Además de la fecundidad mental, otro factor importante es el de la libertad para escribir. Al estar condicionado por algo o por alguien, la mentira o el silencio se convertirá en una esclavitud, que se acabará pagando, al menos con el prestigio. Hay que pensar que tus escritos carecen de lectores, o sea, conviene expulsar al público de tu espíritu. Es como un acto de confesión de ideas que se desea exponer con sinceridad y únicamente con las cortapisas que el propio juicio señale para no desdorar el sentido de la coherencia y no perjudicar la rectitud de criterio. Y, por último, aceptar con tacto y especial elegancia las discrepancias, el rechazo o las críticas, encajándolas con la misma templanza que han de recibirse los posibles elogios.

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