La Nueva España » Cartas de los lectores » ¿Los empresarios son los que crean empleo?

¿Los empresarios son los que crean empleo?

7 de Noviembre del 2012 - Raimundo Toubes Souto (Barcia (Valdés))

Creo que todos somos conscientes de que en nuestra vida diaria decimos o escuchamos con reiteración falsas verdades o medias verdades aceptándolas como verdades concluyentes o dogmas inamovibles. Una de ellas es esa repetida afirmación de que los que crean empleo son los empresarios.

Sin dejar de ser verdad tal aseveración ya que sólo una empresa, sea pública o privada, puede crear empleo, lleva implícito y sin palabras que sólo los empresarios privados pueden hacer tal cosa y que uno de sus objetivos indiscutibles es lograr ese hecho. Es evidente que, en general, ningún empresario privado tiene en mente tal acción a la hora de constituir una empresa y que el objeto que persigue es el beneficio, siendo la creación de empleo un efecto colateral, unas veces ineludible y en otras ocasiones inevitable, producido por la propia dinámica de su proyecto.

Cuando alguien constituye una empresa, inmediatamente se la denomina negocio y esta palabra no lleva implícita ninguna supuesta intención de creación de puestos de trabajo y sí la pretensión de ganar suficiente dinero como para lograr la autosuficiencia y, si es posible, mucho más que eso. Si para lograrlo no fuese necesario el concurso de otras personas, se consideraría perfecto desde el punto de vista empresarial y la contratación de trabajadores es en realidad un mal necesario o la forma de mantener la ganancia sin necesidad de invertir el propio tiempo del patrón o liberándolo de las tareas menos satisfactorias para él.

Llegado a este punto, me pregunto a qué se debe la reiteración en el uso de este aforismo; y las respuestas que obtengo no son agradables para mí. Considero que es un eslogan publicitario surgido de las escuelas de empresa y que, publicitado desde los foros más asediados de altavoces que hay en el planeta, se ha extendido a toda la población con más eficacia que si lo hubieran hecho desde los minutos de publicidad que nuestra pantalla del televisor nos ofrece. Esta consigna busca dos objetivos básicos: el primero, hacer olvidar que el trabajo tiene como producto no sólo un salario sino también una plusvalía que se queda al completo el empresario; y en segundo lugar, y no menos importante, esconder detrás del beneficio social de la creación de empleo todas las prácticas abusivas y antiéticas que estas mismas empresas ejecutan, así como, cuando es posible, ocultar todas las subvenciones, desgravaciones, ayudas directas y ventajas legales que persiguen y que todos pagamos. (Recordemos que esta semana se han modificado por la vía de urgencia todas aquellas leyes que se han considerado necesarias para que Mr. Adelson no pague impuestos en Eurovegas ya que, al parecer, creará empleos).

Para los que hayan olvidado lo que significa la palabra plusvalía y les resulte ininteligible, como a mí, la definición que el Diccionario de la RAE da de la misma, trataré de aportar un ejemplo de fácil comprensión.

Si pensamos en Bill Gates o en Amancio Ortega, en seguida nos vendrán a la mente personas de enorme éxito y fortuna, hechas a sí mismas y que han alcanzado el triunfo empresarial sin necesidad de arrimarse a las esferas del poder o al BOE, ni mucho menos a la herencia paterna para alcanzar tal logro como es habitual en la mayoría de nuestros ricos de andar por casa. Pues bien, el origen de sus enormes fortunas, sin desmerecer la idea que han puesto en pie y que ha originado todo lo que después ha sobrevenido, se basa, bien en la apropiación de los beneficios generados por el rendimiento de sus trabajadores, la plusvalía, que no ha llegado a las nóminas de éstos, bien en vender caro. Me inclino a pensar que es una suma de ambos aspectos. Ya empiezo a notar los aullidos de los que se indignan al leer que Zara vende caro, pero a esos les recordaré que si un producto que vale un céntimo se vende a dos céntimos, es caro. Por otra parte, no creo que nadie, ni siquiera aquél capaz de poner en marcha un nuevo sistema de distribución con mejoras en la producción o el avispado comerciante que compró barato un sistema operativo para revenderlo con elevadísimas ganancias, sea merecedor de una fortuna equivalente a 50.000 años de trabajo de un catedrático universitario o de un neurocirujano, por poner un ejemplo.

Respecto al entramado de ayudas, desgravaciones y demás que las empresas perciben y que en un momento dado pueden favorecer al colectivo social que las otorga, nosotros, no tienen en contrapartida su devolución cuando los beneficios generados lo permiten, y estas ganancias pasan a engrosar íntegramente el haber de los propietarios de la empresa que se ha beneficiado con nuestra ayuda. Mientras no se demuestre lo contrario, ninguna empresa crea puestos de trabajo altruistas cuando los beneficios aparecen y éstos van directamente al bolsillo de sus accionistas.

Por todo ello, concluiré diciendo que a las empresas, en general –todos conocemos las excepciones–, les importa un bledo si crean o no empleo y que su único objetivo es ganar dinero, en muchos casos haciendo uso de métodos perversos. La creación de empleo debería hacerse donde hay trabajo y éste no se encuentra exclusivamente en las empresas, ni tendrían que ser éstas las que estructuren y definan el mercado laboral sino la ciudadanía, a través de sus representante políticos, los que realicen esa tarea.

Para terminar, recordaré que un país tan laborioso, rico y eficiente como Japón cuenta con mecanismos que dan ocupación en el entramado laboral a numerosos ciudadanos que el tejido empresarial no precisa, para evitarles el nefando pecado que en aquel país representa ser un parado y ahorrándose, por otra parte, ayudas sociales y funcionarios gestores de las mismas.

Cartas

Número de cartas: 48976

Número de cartas en Diciembre: 99

Tribunas

Número de tribunas: 2175

Número de tribunas en Diciembre: 3

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador