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Un hombre consistente

7 de Noviembre del 2012 - Juan Navarro Campoamor

Un hombre vacío es un hombre hueco, un hombre jarrón: apariencia sin sustancia, brillo sin sol. Un hombre que se adjudica lo que no le pertenece y cuya única grandeza reside en la sombra que proyecta. En cambio, un hombre consistente es un hombre repleto; por todos sus poros podría salir la esencia que atesora; de hecho la irradia sin que los demás lo detecten porque su núcleo se nutre y crece en el silencio: no aparenta, es. Un hombre consistente, además de sólido, sabe ser flexible; nunca se rompe: se dobla ante la adversidad sin perder ni su referencia, ni su unidad, ni su serenidad, para volver a levantarse cuando amaina el temporal. Les da prioridad a las raíces pero no descuida las ramas. También se dirige con sabiduría: reconoce tanto su ignorancia como la alegría de mejorar para alcanzar su mejor versión. Y no pierde su horizonte: es consciente de su rumbo y de que el viento que lo empuja está al alcance de todos y depende de todos. Sin caer en la ambigüedad tampoco cae en la rotundidad: puede ser firme sin recurrir a la humillación. Con él el rencor se da a la fuga y la humildad no lo sorprende al final: lo acompaña toda su vida;

Subtítulo: En la jubilación del doctor Luis Ángel Fernández

como el esfuerzo: el cincel con el que se esculpe. Dado su peso específico, sólo tiene un inconveniente: si en un momento de alegría, o de ofuscación –muchos sabios fueron víctimas de los poderes inmovilistas establecidos–, lo lanzan al río, puede, si no sabe nadar –lidiar con la vida–, irse al fondo.

Menos mal que el doctor Luis Ángel Fernández nada con una gracilidad y una naturalidad que sólo encuentran parangón en deportistas de la talla de Michael Phelps; es más, por seguir con las comparaciones: tiene casi tanta estatura como Churchill; incluso igual temple –muchos podemos dar fe de ello–. Siendo grande, en toda la extensión de la palabra, también es capaz de ser una sílfide y colarse por el ojo de una aguja sin sufrir roce alguno.

Siendo adulto, es capaz de no traicionar al niño que todos somos. Un hombre con mucha cintura y mucha capacidad de regate y organización. Un pulmón de largo recorrido. Un corazón que todos compartimos.

Luis Ángel, gracias por la compañía que nos has dado, y por la que a partir de ahora nos vamos a dedicar.

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