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Sangre y destrozos que no cesan

11 de Noviembre del 2012 - Pedro Bengoechea Garín

Subtítulo: Parar el horror en Siria

Destacado: Es vergonzoso que la comunidad internacional siga estando dividida sobre Siria, cuando existen crímenes de guerra, abusos contra los derechos humanos y la población civil lleva la peor parte

No hay medio de comunicación que no recoja cada día la muerte y la destrucción que con especial crueldad asuelan la República Árabe Siria. Desde un tiempo considerable nos hemos ido acostumbrando a presenciar a través de la pequeña pantalla, impertérritos, principalmente en ciertos países como Irak, Afganistán, Libia y ahora Siria, escenas horrendas, inhumanas, casi inimaginables en esta civilización «depurada» del siglo XXI que se autodenomina posmoderna. Sólo un odio feroz es capaz de producir tanto horror, y sólo un espíritu perverso y sanguinario puede mantenerlo de modo indefinido. Los hacedores de tanto mal no son únicamente los contendientes, sino también todos aquellos que con su influencia, poder e intereses creados instigan a proseguir con las embestidas belicistas, se muestran condescendientes con la barbarie ajena o, en cualquier caso, se inhiben, miran para otro lado, autoexcluyéndose de todo tipo de responsabilidades en la comisión incesante de numerosas atrocidades.

Pero la pregunta es: ¿desde cuándo, por ejemplo en Siria, arranca semejante tragedia? El levantamiento contra el presidente sirio Bashar al Assad comenzó en febrero de 2011, como una serie de protestas pacíficas que se han transformando en una verdadera guerra civil en la que los rebeldes, los opositores al régimen establecido, tomaron las armas ante la represión de las fuerzas de seguridad. Durante estos dieciocho meses, según el Observatorio Sirio para Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, han muerto 30.716 personas en el conflicto. La mayoría de ellas, al menos 21.534, eran civiles; 7.322, soldados que luchaban por Assad, y 1.860, desertores del Ejército que perdieron la vida combatiendo a favor de los insurgentes. Ante este holocausto humano, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon pidió una acción internacional para detener la guerra en Siria. En su intervención de la apertura de la reunión anual de la Asamblea General de la ONU vino a decir que estaba «haciendo sonar la alarma por la inseguridad, injusticia, inequidad e intolerancia generalizados en muchos países». De Siria dijo Ban: «La comunidad internacional no debería hacer la vista gorda a medida que la violencia crece y se sale de control». Por ejemplo, Rusia, especial valedora de Siria, a la que más de 92.000 españoles han pedido denuncie la situación de este último país ante la Corte Penal Internacional, así como la imposición de un embargo general de armas al mismo y la congelación de los bienes del presidente sirio, y que ha respondido hasta ahora bloqueando todos los esfuerzos internacionales para detener las violaciones de los derechos humanos en su país protegido. Es vergonzoso que la comunidad internacional siga estando dividida sobre Siria, cuando existen crímenes de guerra, abusos contra los derechos humanos y la población civil lleva la peor parte.

Se cree que muchas personas han sufrido tortura y malos tratos, detenciones y reclusión en condiciones de desaparición forzosa. ¿Qué más necesitamos para detener esta inmolación cruenta de una población que clama socorro al mundo de forma desesperada? Pensemos que, según John Ging, director de operaciones de Coordinación de Ayuda Humanitaria de la ONU, hay 2,5 millones de personas que necesitan ayuda alimenticia urgente en Siria, y de las que 1,2 millones son desplazados internos y otros 250.000 han sido registrados como refugiados en países vecinos. Según Brahimi, el último enviado especial de la ONU, «la destrucción está alcanzando proporciones catastróficas y el sufrimiento es inmenso». Por parte de la comunidad internacional es urgente e indispensable detener esta destrucción masiva y ofrecer el apoyo necesario para construir Siria. Estamos obligados todos a hacerlo.

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