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Los sindicatos también deben reciclarse

12 de Noviembre del 2012 - Jaime Reinares

Creo que a estas alturas todos somos conscientes de que la salida de esta gran crisis que padecemos va a suponer construir un mundo distinto del que teníamos. Todos tendremos que hacer grandes renuncias; todos tendremos que adaptarnos a circunstancias bien distintas de las que disfrutábamos; y todos tendremos que replantear nuestra posición para asumir el nuevo papel que nos corresponda para garantizar progreso, crecimiento y bienestar.

La sociedad ha sido muy crítica con la clase política. Y no voy a entrar a discutir si ha sido enteramente justa al incluir en la crítica a toda la clase política, cuando creo que hay muchos más políticos que trabajan por y para sus ciudadanos y que tratan de hacerlo con eficiencia, muchos más que aquellos otros que han protagonizado hechos y gestiones merecidamente reprobables. Pero digamos que la clase política ya está padeciendo su particular vía crucis para realizar el tránsito hacia una nueva etapa de conexión con la sociedad y de gestión para conseguir que superemos la actual crisis.

Los ciudadanos también están pasando su vía crucis, sufriendo los efectos de esta crisis y la quiebra de todo un mundo en el que nos creíamos seguros, ricos y con un futuro muy halagüeño.

Las empresas, los emprendedores, los autónomos, los trabajadores de cualquier nivel y capacitación, las mujeres, los jóvenes, los pensionistas, los dependientes…. todos están pasando su particular vía crucis con esta crisis.

Subtítulo: Ante la huelga general del 14-N

Destacado:A los trabajadores hoy no se les defiende colgando sus dolores en una pancarta, se les defiende generando confianza, esperanza, optimismo y compromiso para trabajar todos juntos en la misma dirección

Sólo queda, a mi modesto entender, un estamento al margen del vía crucis que la crisis nos ha traído a todos los ciudadanos: los sindicatos y algunos sindicalistas. Parecen una isla dentro de la desolación; ahí siguen aferrados a sus banderas, a sus liberaciones, a sus discursos apegados a conceptos que ya la crisis ha dejado en la prehistoria, a sus estrategias del pasado siglo en las que no se tienen en cuenta conceptos renovadores y modernizadores que superen las querencias por la confrontación, la crispación y el oportunismo más trasnochado que pretende curar con ortodoxia ideológica los males del estómago y del futuro.

Ellos, los sindicatos y algunos sindicalistas, no todos, convocan huelgas cuando deberían convocar asambleas internas para repensar el papel que deben tener en el futuro inmediato, cuando se acabe la juerga de las subvenciones, de los multimillonarios planes de formación, de las liberaciones a tutiplén, de la concesión por gracia divina de un papel demasiado importante en la esfera política, económica y social que no les corresponde. Tendrían que estar sufriendo la metamorfosis obligada para crear un nuevo futuro y para reservarse un papel en él... y lo único que hacen es construir trincheras, barricadas frente al futuro que viene por imposición de los tiempos y de la crisis. Contestan con huelgas cuando deberían hablar con voz de consenso, de cambio; se parapetan detrás de las pancartas cuando deberían estar al frente de los nuevas perspectivas que pueden generar actividad económica y empleo; asustan a los empresarios, cuando deberían estar permanentemente atentos a conseguir el mejor clima para que aquellos realicen su labor y beneficien a los trabajadores.

Todos tenemos que sufrir una transición para salir de esta crisis, y casi todos ya hemos iniciado el proceso. Sólo los sindicatos permanecen atados al pasado, a sus viejas glorias, sin darse cuenta de que en el futuro su lugar está muy en cuestión porque puede que no haya sitio para tanto apego a la confrontación en el nuevo mundo que tenemos que construir.

Para el día 14 han convocado una huelga general. Y no será la última. Para llevarla a cabo, los sindicatos harán uso de todo su poder coercitivo. Y luego dirán que fue un éxito, cuando en realidad lo único que van a demostrar con esta huelga es que nunca conseguiremos salir de la crisis si mantenemos las mismas estrategias que nos han llevado hasta donde estamos. En Asturias, más que en huelgas, los sindicatos tendrían que estar preocupados en conseguir que Arcelor siga funcionando, que cada factoría que se cierre pueda ser sustituida por otra, que cada puesto de trabajo que desaparezca sea sustituido por una nueva iniciativa emprendedora… Deberían estar preocupados en atraer actividad y no en espantar a quienes pueden generarla.

A los trabajadores hoy no se les defiende colgando sus dolores en una pancarta, se les defiende generando confianza, esperanza, optimismo y compromiso para trabajar todos juntos en la misma dirección. Y para cumplir su papel los sindicatos tienen que dejar de hacer política partidista y política de lobby para hacer, nada más y nada menos, una labor responsable de defensa del trabajo, de creación de nuevas posibilidades de trabajo. Y eso no se consigue con barricadas sino con diálogo; no se consigue con huelgas, sino con acuerdos y consensos y aprendiendo la cruda lección de que el futuro que tenemos que construir va a exigir muchas renuncias a todos; y a los sindicatos y a la política mucho más que a ninguna otra esfera de la sociedad.

Espero y confío en que los dirigentes sindicales, que tal parece que ellos pasaban por allí y para nada dicen ser responsables de la actual situación que padecen los trabajadores, recapaciten y se reciclen para demostrar a la sociedad que su papel es otro diferente del que actualmente están desarrollando.

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