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El fármaco del amor

19 de Noviembre del 2012 - Profesor doctor José Antonio Flórez Lozano

«Si quieres ser feliz, ama lo que tienes, lo que haces, lo que eres y no lo que te falta.»

El amor es la más noble y primordial necesidad del ser humano, porque, en realidad, nuestra existencia se reduce básicamente al deseo de amar y de ser amados. Y por eso la Medicina dispone en el amor de uno de los fármacos más saludables y eficaces. Ya Sófocles (495-406 a.C.) manifestó: «Una sola palabra nos libera de todo el peso y el dolor de la vida y esa palabra es amor». Pero, en este contexto sociocultural en el que hay hambruna de amor, la despersonalización surge por doquier; sin embargo, el amor se revela como un bálsamo terapéutico contra el dolor, el sufrimiento, la incomprensión y la soledad del enfermo. En este sentido, un estudio científico realizado en la Rutgers University de Nueva Jersey (EE UU) concluyó que el amor y el afecto con el que actuaban un grupo de médicos y enfermeras potenciaban un aumento de la secreción cerebral de endorfinas, que no sólo producen una gran sensación de bienestar, sino que tienen un potente efecto antiálgico. Además, los pacientes tenían menos complicaciones posquirúrgicas y se reducían los problemas de morbimortalidad. La falta de amor, por el contrario es un indicador potente de una mayor incidencia de enfermedades crónicas, de la disminución de la capacidad de recuperarse de las enfermedades, del incremento del declive funcional y de una exagerada utilización de recursos sanitarios y, en consecuencia, de un aumento significativo de la mortalidad.

Subtítulo: El deseo de amar y ser amados

Destacado: Y, ¿qué pasa si no hay amor? Pues nos hundimos en el fango, en la insatisfacción y en la desesperación y, tal vez, en la depresión

El amor, por lo tanto, es predictor de niveles de salud, de calidad de vida y, por supuesto, de la mayor o menor longevidad del individuo. En efecto, personas que voluntariamente dedican su tiempo libre a atender enfermos en clínicas, hospitales y residencias, sin más paga que la satisfacción y el gozo de haber dado una parte de su vida en bien de los demás, nos están describiendo sin palabras qué es el amor. Curiosamente, ahí está el sentido de la vida y de la felicidad que brotan de ese profundo amor que se encuentra alojado en la esencia del ser humano. Julián Marías decía que el hombre es intrínsecamente amoroso, es «realidad amorosa». Y, ciertamente, sólo se sienten realizadas las personas capaces de amar con esa entrega generosa. Actitud que observamos frecuentemente en tantos médicos y enfermeras. Nos dice la Biblia que «el amor es más fuerte que la muerte» y, en el mismo sentido, Maurice Blondel señaló: «El amor es, ante todo, lo que hace ser». El amor actúa como un milagroso elixir capaz de neutralizar la ansiedad, la angustia y el dolor del enfermo. Se comporta como un potente analgésico y es embriaguez de los sentidos, difuminándose con la rutina de la propia vida.

Y, ¿qué pasa si no hay amor? Pues nos hundimos en el fango, en la insatisfacción y en la desesperación y, tal vez, en la depresión. En el ámbito clínico y terapéutico, no hay que olvidar que el amor es la razón del vivir, ya que una vida sin amor, generalmente, está condenada a la esterilidad y a la desesperación. Además, el amor posibilita la convivencia, la relación, el vivir por otras personas y para otras. Restablece la armonía, la belleza, el proyecto de la existencia y de la vida. Y al lado del amor está siempre la amistad que es, probablemente, la forma más desinteresada de amor. Algo que no se dice, pero que se contempla frecuentemente en médicos y enfermeras. Por cierto, una amistad casi inexistente, en el contexto sociocultural actual, donde todo o casi todo se realiza a cambio de algo físico o material. La amistad, por el contrario, tiene un trasfondo espiritual, es una armonía espiritual con el otro, con los pacientes, con uno mismo.

Amor y amistad son los ingredientes esenciales para vencer la deshumanización en el ámbito clínico y sanitario y también para reforzar la autoestima y la felicidad del médico. La clave para el ser humano es amar; cuanto más amor existe, hay más humanización. A veces, se ama al ser humano con su enfermedad, con su dolencia, con su sufrimiento, tal vez, como un mensajero divino y como una expresión de plenitud, armonía y belleza que no entendemos y que, ciertamente, nos sobrepasa. Sin duda, el amor es el fármaco esencial para escapar de la agonía y de la tristeza.

Conviene subrayar, finalmente, que en todo este proceso de la salud y la enfermedad necesitamos la mano tierna y cariñosa del médico y la enfermera, dispuesta a brindarnos un amor incondicional. Ello permite una rápida recuperación del enfermo, previene algunas enfermedades, mejora la calidad de vida, potencia la energía psíquica, estimula la inteligencia y la creatividad, alimenta la felicidad, combate el estrés, refuerza el sistema inmune y protege el corazón. En fin, es necesario una buena dosis de amor todos los días para estar sanos, alegres y felices. Por eso, si quieres ser feliz, sé amable, sonríe, escucha a tu pareja, a tus amigos, a los enfermos, a la familia y, sobre todo, ama siempre para recibir la fruta tan preciada que es el amor. ¡Demuestra tu amor!

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