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Violencia de género en las áreas rurales

8 de Diciembre del 2012 - Ángeles Martínez García

En los últimos años, el interés por la violencia de género ha hecho que aparezcan numerosos datos elaborados por diversos organismos, así como múltiples investigaciones procedentes de distintas disciplinas, pero hasta el momento apenas han aparecido estudios que analicen si en las zonas rurales pueden darse factores diferenciales que influyan en la reproducción de la violencia hacia las mujeres. Si bien es cierto que existen investigaciones que han abordado numerosas cuestiones de género y ruralidad, también es cierto que son escasas o inexistentes las investigaciones que se han adentrado en analizar las peculiaridades de la violencia de género en las áreas rurales, y la posibilidad de factores diferenciales que propicien el maltrato a las mujeres.

Los datos que se presentan a continuación están basados de la tesis doctoral «¿Adónde puedo ir yo? Violencia de género en las áreas rurales de Asturias» (http://www.tesisenred.net/handle/10803/52481). En la investigación, se parte de que el contexto material, social y de hábitat interviene de forma diferente en la vida de las personas. En el caso de la violencia de género, existen distintos aspectos que influyen en el maltrato a las mujeres dependiendo si viven en una zona rural o urbana: el aislamiento, dentro del hábitat, favorece la reproducción de la violencia de género al facilitar un mayor control y poder a los maltratadores. La dispersión territorial y la distancia física a los núcleos urbanos crean problemas de movilidad, además de una mayor dependencia familiar a la hora de acceder a los distintos servicios dedicados a la violencia de género, facilitando así la reproducción de la violencia. Las dificultades de movilidad al ser mayores crean igualmente mayores dificultades de conciliar la vida laboral y familiar, así como de acceso a un empleo remunerado, repercutiendo en una mayor dependencia familiar. El tamaño reducido de los núcleos rurales, donde todas las personas se conocen, desalienta el hacer público los asuntos privados de maltrato y condiciona las oportunidades de trabajo asalariado especialmente para las mujeres, favoreciendo la reproducción de la violencia e influyendo así en las desigualdades de género: a mayor dependencia económica, mayor subordinación; a mayor sumisión, mayor riesgo de reproducción de la violencia de género.

Entre los datos analizados, se ha encontrado que el mayor porcentaje de agresiones procedente de la pareja son causadas por el marido, mientras que en las zonas urbanas lo son por la pareja sentimental. Por otro lado, el mayor porcentaje de agresiones procedentes de familiares y otros agresores en las áreas rurales lo son por conocidos, seguido de padre e hijo, mientras que en las áreas urbanas la proporción de agresiones por conocidos y desconocidos arrojan los valores más altos. Estos datos muestran la dificultad de trazar una línea que distinga la violencia producida en el seno familiar por familiares de la ocasionada por otros agresores cercanos o no tan cercanos, pero que las mujeres los identifican como tales seguramente para evitar males mayores, especialmente en las áreas rurales donde todo el mundo se conoce. Respecto a la violencia de pareja, una de cada 20 mujeres ha sido agredida por distinto agresor (marido, novio, pareja sentimental, etcétera) y, además, una de cada 8 mujeres han tenido que ser atendidas en los centros de salud varias veces (agresiones repetidas). Por otro lado, en relación a la violencia de familiares y otros agresores, una de cada 9 mujeres ha sido agredida por distinto agresor (padre, hijo, conocido, etcétera), y una de cada 6 es atendida varias veces (agresiones repetidas). Cuando una misma mujer acude repetidamente a los centros de salud por sufrir violencia, ciertamente es que algo está fallando.

En relación a la edad de las víctimas, los resultados muestran que la juventud de la mujer tanto en las áreas rurales como en las urbanas es un factor de riesgo de sufrir agresiones de familiares y otros agresores, y que la época de maternidad es igualmente un factor de riesgo para sufrir agresiones de la pareja. La mujer durante los años de crianza de los hijos/as se sitúa en una posición desfavorable, donde se reproducen relaciones tradicionales de género por la mayor dedicación a los cuidados, así como una pérdida de asimetría relacional y el surgimiento de micromachismos en la vida cotidiana de la pareja, que facilitan el control, dominio y violencia de los hombres sobre las mujeres.

Respecto a las denuncias como ocurre con las asistencias sanitarias por agresiones, es un instrumento que saca a la luz el problema, pero no equivale al total de mujeres maltratadas; como es sabido, en diversas ocasiones de muerte por violencia, ha trascendido la noticia de que la víctima no había interpuesto ninguna denuncia. ¿Qué relación existe entre las denuncias y las asistencias sanitarias? En todas las áreas comarcales las tasas de denuncias superan a las tasas de mujeres víctimas de agresiones, lo que indica que no todas las mujeres que sufren violencia recurren a los servicios de salud y/o cuando lo hacen normalmente es porque han sufrido un episodio de violencia extrema. Cuando se habla de violencia de género se tiende a pensar únicamente en las agresiones físicas con lesiones, pero en muchos casos la violencia hacia la mujer no deja secuelas físicas y en otros, aunque existen, las mujeres no acuden a los servicios de salud.

En la violencia de género las mujeres no siguen un proceso estándar: agresión, denuncias y casa de acogida. Entonces, ¿qué relación existe entre las agresiones de la pareja, las denuncias y los ingresos en las casas de acogida? Se ha comprobado que la tasa de denuncias muestra los valores más altos, le sigue en importancia la tasa de mujeres víctimas de agresiones de la pareja, y por último la tasa de mujeres ingresadas en la Red de Casas de Acogida, siendo en todos los casos las tasas superiores en las áreas urbanas que en las rurales. Con estos resultados se podría decir entonces que las áreas urbanas presentan un mayor número de víctimas de violencia de género; sin embargo, se ha comprobado que las menores tasas que presentan las áreas rurales están relacionadas con las diferencias de hábitat. El aislamiento, la dispersión territorial, así como la existencia de un sistema más complejo de control y de movilidad en las áreas rurales crean mayores dificultades para asistir a los servicios de salud, denunciar y poder dejar el hogar.

Hasta el momento el tratamiento que se hace de las situaciones de violencia de género se centra de forma implícita en las áreas urbanas y no tiene en cuenta las condiciones del hábitat en la reproducción de la violencia. Si se incorpora la distinción del hábitat podemos observar el papel que otras variables contextuales juegan en el proceso de reproducción social de la violencia.

Ángeles Martínez García, doctora en Sociología, Oviedo

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