Aprendices de brujo de la política catalana
Sócrates enseñaba que la virtud reside en el conocimiento y que la debilidad es el resultado de la ignorancia. Estaba convencido de que los hombres sabios no caen en la maldad o en el vicio. Yo no sé sí la ignorancia será la madre de todos los males, aunque probablemente sí de muchos, pero de lo que sí estoy bastante segura es de que si la juntamos con una exacerbada ansia de poder nos encontramos con una verdadera bomba de relojería. Y en esto es en lo que andan estos aprendices de brujo de la política catalana, con la nueva ley lingüística, que sin ninguna vergüenza ni pudor, con la mayor desfachatez y oportunismo, pretendiendo hacernos creer, ¡cuán insensatos son! Que están haciendo leyes por el bien de la educación y en defensa de un idioma y todo por defender una supuesta nación catalana independiente que les permita mantener y si pueden aumentar su parcela de poder. Pensando en su ignorancia que si pueden demostrar que hablan un idioma distinto que les dé una identidad propia y diferente es que son también una nación diferente. Y todo ello, sin querer darse cuenta del terrible daño que están haciendo a sus ciudadanos y a la educación de sus nuevas generaciones privándoles de un bien cultural tan inmenso, aparte de productivo, como es el conocimiento de la lengua castellana y dando pie a todos aquellos dogmáticos que por culpa de éstos demonizan el gran bagaje cultural que suponen todas las lenguas que se hablan en este país, gallego, asturiano, eusquera o catalán al que tampoco favorecen en nada éstos que tanto pretenden defenderlo.
Los idiomas son identidades culturales que trascienden lo lingüístico, a través de los cuales percibimos el mundo pero lo hacemos como ciudadanos con derechos, por eso no es entendible que aquellos que se quieren hacer pasar por valedores de los derechos de un pueblo olviden los de por lo menos la mitad de sus ciudadanos, pretendiendo borrar las huellas del idioma castellano o español en cuanto que nos une e identifica a todos los ciudadanos de este gran país llamado España, pese a quien pese, que nos une en valores compartidos, en comunidad de origen, de desarrollo y de objetivos.
Y ¡qué pena! De todos aquellos jóvenes a los que van a privar de comprender la lengua en la que escribieron Berceo, el Marqués de Santillana, Jorge Manrique, Garcilaso de la Vega, Calderón, Lope o Cervantes, Espronceda, Zorrilla o Bécquer, Galdós, Juan Ramón Jiménez, Unamuno o Baroja, Machado, García Lorca, y tantos y tantos otros, y por lo mismo disfrutar de su lectura, lectura comprensiva claro. Puede que sólo con ello no se hicieran más sabios pero seguro que les habría abierto las puertas a nuevas realidades y lo que es más importante a la necesidad de ser receptivo a lo que tienen que decir y aportar los demás, especialmente si el punto de vista de estos no coincide con el nuestro. Esto es al fin y al cabo la esencia de la democracia.
¡Qué los dioses nos libren de estos ansiosos de poder y señores de la ignorancia!
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