Vivir

12 de Diciembre del 2012 - José Antonio Coppen Fernández

Vivir la vida es todo lo contrario de vegetar. Hay que saber estimular y mantener las ilusiones y la capacidad de lucha por buscar sentido a la existencia y vivirla de pie. Hemos de asomarnos a nuestro interior y restaurar cotidianamente la propia voluntad para disfrutar este don de la Naturaleza. Se puede definir la vida en función de las circunstancias de cada uno, de cada época personal, o del estado anímico del momento. A todos nos reserva episodios en tecnicolor y en blanco y negro. Oportuno es reseñar la advertencia que nos dejó el filósofo cordobés Séneca: «Necesitamos la vida entera para aprender a vivir, y también –cosa sorprendente– para aprender a morir». La vida debe transcurrir en un constante proceso evolutivo, como en el mar las olas se suceden unas a otras. Al fin y al cabo, es una travesía que discurre entre el nacer y morir. Esta singladura no está exenta de las vicisitudes que brotan entra la bonanza, las agitadas marejadillas o agresivas galernas, con sus respectivas resacas. Y en el insondable pentagrama que conforma una sinfonía de olas, la última es la que nos conduce a lamer la arena de esa playa que es la vida.

Subtítulo: Renunciar a lo superfluo para centrarnos en lo esencial

Por ello, no debemos vivir en un estado de ataraxia, con ausencia de preocupaciones. Es muy importante la preocupación y ocupación para amoldarse a los nuevos tiempos, así evitaremos sufrir grandes traumas. No hay que ir contra todo lo nuevo por sistema. Si la Humanidad no hubiera dedicado tiempo a evolucionar, viviríamos aún en las cavernas. Deja para los adultos faltos de inquietudes el papel de idealizar la nostalgia. Cuando se rema en un mar de inquietudes y aspiraciones es cuando la vida cobra verdadero sentido permitiéndonos transitar y desarrollar nuestra personalidad de manera positiva, tanto para el propio beneficio como para el de los demás.

En la biblioteca de los recuerdos, tan sólo debemos permitir que afloren los buenos, los alegres, los positivos y placenteros; es decir, todos los que nos proporcionen energía vivificadora y optimismo. El optimismo es una de las principales energías del cerebro, el pesimismo nos paraliza. Debemos renunciar a lo superfluo para centrarnos en lo esencial. Para estar más cerca de la felicidad, es esencial prestar atención a la hora de diferenciar lo que esclaviza de lo que libera. Y para que la rectitud intelectual redunde en el equilibrio del espíritu, hemos de apelar siempre al sentido común, que nos permitirá afrontar el difícil arte de conducir los sentimientos. Antes hemos escrito aspiraciones, que no ambiciones; pues la ambición, en vez de sentirse satisfecha con lo que tiene, está más descontenta de lo que no tiene, lo que la hace esclava de su condición. Esto explica que, con tal de conseguir sus objetivos, el hombre ambicioso es capaz de salvar cuantos obstáculos le salgan al paso, pues la ambición y la venganza siempre tienen hambre.

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