Márgenes comerciales
Con esto de la crisis, los que formamos parte del rebaño andamos bastante despistados. Ciertamente, lo poco que sabemos es que los tiempos actuales no son los mejores, que cada día que pasa estamos peor, que no hay quien pare las listas del paro y que nuestro país va a ser, por lo que estamos viendo y leyendo, de los que tienen más dificultad para recuperar la normalidad.
Tengo para mí que los economistas, aunque hayan estudiado en Harvard, no saben mucho más, pero ellos tienen más malicia y se niegan a reconocer su desconocimiento. Y eso puede ser su ventaja.
Cuando la economía crecía a buen ritmo, parecía que no era posible reducir el margen comercial de los productos, más bien al contrario, porque los efectos en la cuenta de resultados de las cadenas de distribución podían ser desastrosos. Contradicciones de la vida. Ahora que la economía no va del todo bien, que los españoles gastan lo justo y que el consumo está cayendo en picado y sin freno, parece que sí es posible reducir beneficios, que se puede recaudar algo menos, y que no se hunde el mundo ni el comercio de nuestro país va a pique por ganar un poco menos con la venta de los productos.
Nosotros, los ingenuos consumidores, los que desconocemos casi todo, lo que sí realmente sabemos es que hay razones y circunstancias que sobre ellas se debería meditar. Por ejemplo, hoy las inmobiliarias ofrecen las mismas construcciones, pisos, adosados, garajes, etcétera, que hace unos meses, con un 30 por ciento de descuento; un automóvil, el mismo de hace medio año, un 25% más barato. Los grandes almacenes rebajan los precios de la ropa hasta casi el 50 por ciento. En mobiliario, desde hace casi un año te colocan un dormitorio y/o un salón-comedor en tu vivienda con un gran descuento y, además, te regalan unos bonos de hotel. Que, por cierto, la mayoría de hoteles oferta las mismas plazas que en temporada baja, con un 20 por ciento de minoración. Y los artículos de alimentación, esos de compra diaria, idénticamente, salvo excepciones, han bajado su precio. Y así podríamos seguir con todo cuanto está en el mercado de la oferta y la demanda, y que se nos venga a la imaginación.
Se imponen, pues, algunas preguntas. Podemos pensar que, de repente, ¿hay un contagio de benevolencia y responsabilidad entre los empresarios de éste nuestro país, o es que nos estuvieron tomando el pelo durante años? ¿Con qué beneficios han estado trabajando? ¿Cuáles son los precios reales, los de antes o los que están poniendo en la actualidad?
Y, como final, una última interrogación. Yo, que soy malpensado por naturaleza, ¿por qué tengo que seguir fiándome de quienes nos estuvieron supuestamente expoliando durante décadas?
Señores, ajustar los precios a la baja, antes, era imposible. Ahora, parece que sí puede ser. ¿Tiene ello fácil explicación?
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