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Primera comunión

19 de Mayo del 2009 - María Luisa Fernández González (Oviedo)

Estamos en el mes de mayo, mes en que tradicionalmente se celebran las primeras comuniones, por lo que no está de más recordar lo que en sí se celebra y conmemora en dicha ocasión.

Como catequista de la parroquia de la Sagrada Familia de Oviedo, tengo que recordar que son los padres los primeros educadores de los hijos, y por ello les corresponde a los mismos la formación y preparación a ese acto, que debe influir en el comienzo de sus hijos en la vida cristiana.

Ya sabemos que las catequistas, tras un tiempo de formación, educan a los niños preparándolos para tan gran acontecimiento, pero son los que reemplazamos a los padres completando la formación en algunos puntos de la liturgia: penitencia, comunión...

Pero la formación del espíritu es obra de los padres. Hagamos que la primera comunión no sea la primera, ni la única, como sucede en muchos casos; que sea la primera de una serie indefinida que dure durante toda la vida cristiana; esto se conseguirá si en realidad les damos una formación a fondo de lo que es el sacramento de la comunión y que así su espíritu permanezca en ellos para siempre.

En la comunión es donde el cristiano se une íntimamente con Cristo. Vive con quien tiene en su corazón y forma con él un mismo ser espiritual. El niño, después de recibirlo, puede hablar íntimamente con Él, puede expresarle sus deseos de amar, pedirle ayuda y apoyo, que sea su fortaleza en la vida y lo acompañe en las diversas actuaciones, para vivir en cristiano.

Consideramos de tal categoría esta unión con Cristo, que para celebrarla con más solemnidad vamos con un traje nuevo y limpio, resplandeciente, porque este divino encuentro es de tal categoría que merece darle esta importancia.

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