La titulación, para quien la merece
Respecto al artículo «Catedráticas sin título» publicado el 27 de abril de este mismo año, discrepo bastante con doña Consuelo Sánchez-Vicente y, a su vez, y en mayor medida, con la vicepresidenta De la Vega, propulsora de tal idea.
Soy una estudiante del módulo superior de Educación Infantil en Oviedo y actualmente estoy ejerciendo las prácticas en la localidad donde vivo. Me parece muy correcto que se les quiera conceder a las amas de casa una titulación que, por una causa u otra, no pudieron obtener. También es cierto que «no cobran nada a cambio de darlo todo», este hecho ha pasado desde el principio de nuestra existencia. El tema de la igualdad entre géneros es totalmente relevante y con más razón en los tiempos que corren, en la que aún (por desgracia) se tiene que trabajar y luchar con más ahínco cuando ya se tenía que percibir la culminación del progreso de la Humanidad. Se está en ello, pero no se siente una tolerancia plena, conforme a su totalidad.
No obstante, centrándonos en el tema sobre el que me concierne a día de hoy escribir, me indigna que aún no se sepa distinguir los conceptos «cuidador» y «educador», que aunque todo el mundo les dé un mismo significado, no son similares, a pesar de guardar unos objetivos referentes a un mismo tema: la educación. Sé que hay cosas que no se aprenden en los libros, pero, por esa regla de tres, ¿por qué se estudia este módulo concretamente, pudiendo obtener la titulación sin salir de casa?
Además, «supuestamente», o eso nos quieren dar a entender, la gente adulta se preocupa por el futuro de los jóvenes; el deseo de todo padre y madre es que su hijo e hija puedan tener un empleo el día de mañana y alcancen el éxito, pero, sinceramente, ¿cree usted que de esta manera lo tendremos fácil? ¿Llama a esto justicia?
Hoy en día sin ninguna titulación no eres nadie, es un requisito imprescindible para cualquier trabajo y da igual la experiencia, lo que cuenta es el trabajo académico, cursos y demás. Cierto es que esto supone un problema y de ahí que la vicepresidenta De la Vega quiera tomar cartas en el asunto. Lo que no se debe hacer es intentar resolver un conflicto creando un mal mayor, un ápice más que invita a que la crisis sea una compañía indeseable con ganas de quedarse por mucho más tiempo en casa ajena. Perdone, aunque tenga aspiraciones en lo referente al plano de lo ético, me niego a ser una anfitriona considerada con la crisis y, obviamente, no me gustaría dejar tal herencia a mis hijos, nietos...
De todas maneras, es mi opinión; espero que no haya ofendido a nadie, porque cada uno es muy libre de pensar lo que quiera y como quiera, de hecho, en eso consiste la democracia.
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