Ambiciones

4 de Enero del 2013 - José Antonio Coppen Fernández

Cuando la ambición galopa su equipaje incluye la soberbia como montura y la astucia como fusta, siempre revestida de hipocresía. Téngase en cuenta que la astucia de unos se vale de la estupidez de otros, pues astucia y candidez son principios irreconciliables, por dispares. Adentrarse en la personalidad de un ser humano es tarea especialmente reservada a psicólogos y los psiquiatras. No obstante, llegada la madurez, la experiencia y la capacidad de observación debiera hacernos reflexionar sobre la trayectoria vital de personas. Ya Alejandro Dumas, hijo, nos advirtió de que se aprende más observando que leyendo.

Es una realidad que, a corto o largo plazo, las personas influyen y se ven influenciadas en los ambientes familiares, sociales –su círculo de amistades más próximo– y laborales, por eso es muy conveniente seleccionar y cuidar las relaciones. Hay que reconocer, de otro lado, que por sus muchas vertientes, la vida es ciertamente compleja, pero debemos procurar hacerla sencilla. Por el contrario, hay a quienes la codicia les llena el vacío interior con la avaricia y ambición desmedida. Para ellos todo es poco, y la escalera de sus vidas parece tener infinitos peldaños. Pero, al fin y al cabo, cuando se inicia la recta hacia el abismo, los logros alcanzados a golpe de ambición se van desgajando como la rama del tronco de donde nace.

Subtítulo: La vida es compleja pero hay que intentar hacerla sencilla

A propósito de ello, viene como anillo al dedo el personaje de Agripina la Menor, madre de Nerón, en la que se inspira la ópera representada recientemente en el teatro Campoamor y que tanto ha dado que hablar. Personaje femenino de principios de nuestra era –nació el 6 de noviembre del año 16–, es un modelo de ambición insaciable. Una mujer imperiosa, inteligente, codiciosa y calculadora. Su ambición comienza a manifestarse al casarse muy joven con un hombre entregado al vicio, 25 años mayor que ella. Desterrada por conspirar contra su hermano Calígula, regresa a Roma cuando aquél es asesinado. Vuelve a casarse con el célebre y riquísimo orador Cayo Pasieno Crispo. Es tal su ambición que recurrió por todos los medios para ganarse la confianza del nuevo emperador, su tío Claudio. Y Agripina, justo después de la muerte de su segundo marido, consigue casarse con él, al quedar viudo tras el asesinato de Messalina, madre de Británico y Octavia.

Participa Agripina activamente en el ejercicio del poder. Su siguiente objetivo es casar a su hijo, Nerón, con Octavia. Temiendo que Claudio proclamara sucesor al trono a Británico en lugar de a su hijo hizo envenenar al emperador. Dueño ya Nerón del imperio, Agripina intentó gobernar, eliminando a quienes se oponían a sus planes. Pero no tardaron en producirse los choques con su hijo, que se emancipó de aquella mujer autoritaria, a la que temía. A Nerón le trastornó el asesinato de Británico y, poco después, que temía a su madre, y con razón, sus intrigas, la desautorizó. Las relaciones íntimas con Popea, deseosa de convertirse en emperatriz, empujaron a Nerón a desembarazarse de su madre, que era favorable a Octavia. Juzgando intolerable la tutela materna, Nerón ordenó fuera ejecutada». (octubre de 59).

«La ambición es una enfermedad que no tiene más remedio que un puñado de tierra», según un proverbio turco.

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