Puestinos para nacionaliegos
Yo no sé si este es el lugar adecuado para relatarles este asunto, pero ahí va el desahogo. Seré breve:
Un buen amigo me presta un ejemplar del número 1 de la revista «Atlántica XXII»: «Tiene algún artículo que te va a gustar mucho», me dice. Y, efectivamente, no se equivoca, alguno me gusta mucho. Y entonces me pongo a leer el editorial y surge el horror: «En Asturias y en el resto del Estado (sic)...», «con especial atención a la legua propia, que precisa la oficialidad con el castellano para su supervivencia y para garantizar los derechos de sus hablantes». Créanme, yo deseo una larga vida a esta muy estimable revista, también sé que en Asturias se hablan lenguas que no son el castellano, que incluso, como el gallego del Occidente, son oficiales en otras comunidades españolas, que el nacionalismo asturiano es una opción política absolutamente legítima. Y que, por supuesto, cada uno es muy libre de escribir donde le dé la gana.
Pero hay algo que no cuadra. Verán, a mí me parece que algunos colaboradores de esta revista consideran que todo eso de la oficialidad de «la(s) lengua propia(s)» y demás, bueno, que es un precio que hay que pagar para acumular fuerzas, que son cosas de poca importancia que sólo ponen nerviosos a algunos energúmenos o a personas asustadizas a quienes falta generosidad. Y esto aunque el despilfarro previsible superase a Laboral, TPA y tuttu quanti, despilfarro sí, porque es muy dudoso que la oficialidad pueda salvar al bable, pero de seguro crearía cientos y cientos de puestinos para nacionaliegos más o menos confesantes. Y me pregunto, ¿por qué yo también profesé este error?, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Creo sinceramente que esta actitud de tolerancia positiva es mucho peor que el nacionalismo étnico explícito, por otra parte, insisto, absolutamente legítimo y que no engaña a nadie en sus pretensiones. Podemos sonreír ante las micromanifestaciones pola oficialidá, podemos reírnos del funcionariu lliberal que soñó con emular a Revilla en Uviéu o del delirante mundo andechés –¿se imaginan a Gregorio Morán dando cuenta de esta fauna?–, pero cuando uno piensa en la degeneración de Izquierda Unida, pues qué quieren que les diga, la sonrisa se convierte en otra cosa. Y vamos a dejarlo aquí.
Solamente, si hay alguien ahí, señores Gregorio Morán, Javier Cuartas, Pablo Huerga, Carlos Monasterio... De verdad, de verdad verdadera, ¿qué demonios tiene que ver la regeneración de la vida pública asturiana con el programa de ingeniería social –y el comederu– que se esconde tras la meliflua expresión «oficialidad del asturiano»?
¿Entonces...?
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