Mayo
Mayeó la semana pasada en mi calle. Los falsos almendros cubrieron las aceras con flor. En el Campo San Francisco mayea ahora a lo bestia.
Rododendros, camelias, japonesas, castaños, plátanos de sombra, los tilos implacablemente podados. Todos a una. Un festival. En las glorietas con fuentes y en las que no tienen fuente mayean los tulipanes, las violetas y los claveles. En su momento mayearon mimosas y margaritas. Yo mayeo mirando el color de la piel de mi niña con luz de mayo, mientras escucho las canciones de los estorninos, los rablargos y los gorriones. En las rocas de la costa mayean los percebes y los mejillones. Mayeó ayer serpenteando sobre un muro de Tiñana, en plena comunión, una lagartija, y mañana será en los picos de las montañas, donde mayo tarda más en llegar. Pero el que mejor entiende este mes es sin duda «Furaco», que con la llamada de «Paca» mayea de lo lindo. Permítanme una pregunta: ¿por qué ese empeño en referirse a él como oso cántabro? Demasiada presunción identificar un animal salvaje a una región. ¿Por qué «Paca» y «Tola» son asturianas? ¿Tienen un pasaporte? ¿Qué nos pasa? ¿Qué saben «Furaco», «Paca» o «Tola» de fronteras, límites autonómicos o provincias? ¿Es un oso pardo o un grizzly? «Furaco» es un oso naranja en mayo en la mirada de una niña.
Y vaya si mayea.
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