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Asturias, de cronistas y otras soledades

28 de Enero del 2013 - Celso Peyroux

No se entiende la dejadez, el silencio y la desidia de algunos políticos a la hora de ser honestos y coherentes con los puestos y cargos que les ha encomendando la sociedad. No sólo entre sus nobles cometidos se encuentra el bienestar físico de los ciudadanos: proyección laboral y empleo, educación, sanidad, servicios, asuntos sociales, mantenimientos… y cuantos proyectos tienen sobre sus mesas con el fin de dar a los hombres y mujeres de sus respectivos concejos lo mejor. Todo es necesario para el buen entendimiento y convivencia de la comunidad, pero ocurre que para las pequeñas grandes cosas no hay tiempo ni dedicación, abrumados los padres y madres de la patria por iniciativas de gran calado que, a veces, se quedan por el camino y se convierten en cortinas de humo.

¿Qué dificultad encuentran –digo– en poner el nombre de una calle a un ciudadano que por su trayectoria la merece? ¿Para cuándo en Teverga la vía que une San Martín con La Plaza pasará a llamarse “avenida de Valentín Escobar”, un oficial republicano que, pistola en mano durante la Guerra Civil, obligó a varios facinerosos exaltados y sin cultura alguna a deponer las antorchas cuando iban a incendiar la Colegiata? ¿Se imaginan, por un momento, al noble, bello y amado edificio arrodillado y convertido en un montón de ruinas? ¿Por qué no se repone el nombre de don Emilio Álvarez Prida –único diputado a Cortes que dio nuestro concejo– a la Calle Nueva, inaugurada por el general Zuvillaga en el 1929? Tres años más tarde, la Corporación municipal, cuando contaba con trece concejales por la densidad de población, había tomado este acuerdo para que tuvieran en la memoria, las generaciones venideras, a un hombre liberal que luchó por la libertad y la igualdad censurando el caciquismo de la época con sus escritos. Tal vez fue este honorable vecino de Fresnedo el primer cronista de nuestros valles. ¿Por qué no se conceden los títulos de «hijos e hijas adoptivos y predilectos» para premiar y estimular a las gentes de bien, de recta interpretación y colaboradores generosos con nuestro concejo? Ante un nuevo alcalde implicado, abierto, siempre a la escucha de la voz de su pueblo y una Corporación municipal comprometida y laboriosa, ¿cuáles son la dificultades o gestiones a realizar para ofrecer a «Tebrigam Diligentes» (los que amamos a Teverga) dos o tres aulas –desgraciadamente ya sin niños– del centro escolar, o el renovado caserón de La Madrada para ubicar el Centro de Documentación y Estudios Literarios y Sociales del concejo?

En Asturias apenas si hay un puñado de hombres y mujeres que ejercen su noble labor de cronista oficial. Son setenta y ocho los municipios y no llegan a veinte quienes investigan, descubren, escriben, defienden y divulgan la idiosincrasia y cultura de su solar. ¿Dónde han ido a parar las plumas honestas y trabajadoras de los cronistas oficiales de Gijón, Avilés, Lena, Quirós, Proaza, Santo Adriano, Somiedo, Miranda…, por sólo citar algunos municipios?

Y del cronista oficial de Asturias, ¿Alguien sabe algo? Desde el fallecimiento de Joaquín Manzanares («hijo adoptivo» que pudo haber sido de Teverga por sus desvelos con la colegiata) ningún político, ni éste, ni aquél, de un color o de otro tuvieron un momento para elevar una propuesta al Parlamento y dignarse en nombrar a un hombre o mujer con amplios y diversos conocimientos de nuestra región, trayectoria honesta y aséptica y cálamo bien tajado. Asturias está falta de cronistas y, sin embargo –paradoja e ironías del destino– han querido, en estos años atrás, estrangular por mis valles y otros la voz de los mensajeros.

La figura del cronista se ha perdido en la noche de los tiempos y su palabra oral y escrita yace dormida porque a algunos políticos –poco ilustrados y con menos luces– les molestan algunas de las premisas de los hombres y mujeres de la Ilustración: respeto, tolerancia, libertad y crítica. Aman la publicidad en los medios con la correspondiente foto y gustan del verbo mediocre, manido con tintes demagógicos, sesgados y partidistas. Pero la verdadera palabra, aquella que habría de ser acta rubricada ante notario y la palabra justa y precisa, carecen de ella.

Subtítulo: Pepe Monteserín sería un buen mensajero para la historia de Pravia

Destacado: La figura del cronista se ha perdido en la noche de los tiempos y su palabra oral y escrita yace dormida porque a algunos políticos poco ilustrados y con menos luces les molestan algunas de las premisas de los hombres y mujeres de la Ilustración: respeto, tolerancia, libertad y crítica

La palabra. La palabra porque ella sigue siendo la paloma mensajera que se salva del naufragio en que vivimos. El verbo que –pese a quien pese– se seguirá haciendo palabra escrita para seguir volando; para que el mensaje fresco y veraz llegue como ese hálito limpio de la mañana que tragamos a pulmón lleno. La palabra. El don más sublime con el que naturaleza colmó al hombre. Una mañana se hizo el verbo y el hombre pudo comunicarse con sus semejantes. «La palabra del hombre –escribe José Hierro–, pronunciada con honradez es hermosa...».

A través de los siglos dimos fe y levantamos acta de todos cuantos eventos acontecían en el solar donde vivimos. La memoria de la Historia no hubiera sido posible sin el cronista que supo plasmar –a pesar de los poderes y de la invisible espada de Damocles, sobre papiros, tablillas, pergaminos y los copos blancos del papel– los hechos diacrónicos desde que el hombre aprendió a escribir hasta nuestros días.

Desde Esdras y Nehemías que redactaron, sus crónicas cuatro siglos antes de la llegada de Cristo hasta hoy, cientos de cronistas, hombres y mujeres, se han sucedido en su noble y honesto cometido con asepsia y neutralidad a la hora de tratar este o aquel acontecimiento como fiel testigo. Crónicas siempre bajo la ética de Pío Baroja: «Sus deberes de cronista imparcial y verídico que le obligan a decir la verdad».

Y aprovechando que el Nalón pasa por Pravia y la Corporación municipal estima el momento oportuno para nombrar su cronista oficial, pónganse a la labor y por consenso y decisión unánime elijan al mejor.

Hace dos meses, el Alcalde praviano nos convocó –en una jornada inolvidable– para que los cronistas de Asturias diéramos nuestro parecer sobre la figura del insigne escribano. En aquella ocasión dejamos bien claro la importancia de los cronistas en todos los concejos del Principado y sobre todo la del polígrafo oficial de Asturias.

En esta ocasión, y a título personal, considero que Pepe Monteserín –por méritos bien conocidos, su pluma y su amor a la tierra natal– sería el mensajero idóneo para trasmitir –como nos deja escrito Blas de Otero– la paz y la palabra de un concejo lleno de Historia.

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