Patty Shepard, in memoriam
Ha fallecido la grandísima y bellísima Patty Shepard, musa e icono del fantaterror patrio, además de presencia destacada en otros géneros, especialmente en los años dorados de las coproducciones.
Su papel más recordado será siempre el de la vampira Wandesa Dárvula en «La noche de Walpurgis», de León Klimovsky, como antagonista de Naschy/Daninsky, pero, sin salir del género, la vimos en «La tumba de la isla maldita», en «Slugs, muerte viscosa» de Juan Piquer Simón, en los dos slasher de José Ramón Larraz «Descanse en piezas» y «Al filo del hacha», en la psicotrónica «Los monstruos del terror» (proyectada por el infatigable Chus Parrado en el ciclo de «Peor Imposible» hace unos años), en «Escalofrío diabólico» de George Martin y en varias otras como la ya convertida en auténtica cult movie «El monte de las brujas», de nuestro vecino y amigo Raúl Artigot (que vive en Sotu Cangues). Cercana por temática, pero gozando de mayor predicamento crítico, actúa también en «El techo de cristal», de Eloy de la Iglesia (en la que probablemente sea la mejor interpretación cinematográfica de una sugerente Carmen Sevilla). También aparece, como pareja de Pedro Mari Sánchez, en «El refugio del miedo», una rareza con la hecatombe nuclear como trasunto. Más ecos de Agatha Christie y sus «Diez negritos» se aprecian en «El asesino está entre los trece», de Javier Aguirre, donde hace de anfitriona. En un sesgo más aventurero se sitúa la adaptación de Verne «Los diablos del mar», a cargo nuevamente de Piquer Simón.
No desdeñó la comedia, donde trabajó a las órdenes de algunos de los más populares cineastas del momento, como Mariano Ozores o Pedro Lazaga, en su testimonial debut en «La ciudad no es para mí», junto a Paco Martínez Soria. O con directores del fuste de Jaime de Armiñán.
Su admirable presencia en producciones dirigidas por italianos fue casi una constante, muy especialmente en eurowesterns o spaghetti, pero no solamente, como acreditan el giallo de Tonino Valerii «Sumario sangriento de la pequeña Estefanía» (donde tiene una espectacular muerte) o comedias de mamporrazos del jaez de «Y si no, nos enfadamos», con Terence Hill y Bud Spencer. En lo referente al género por antonomasia, destaca en la variante bautizada como soja western (películas del Oeste con artes marciales y orientales de por medio) en la muy divertida «El kárate, el colt y el impostor», donde luce cacha al lado de Lee van Cleef y bajo las órdenes de Antonio Margheriti. No hay que olvidarse de la francesa «Las petroleras», compartiendo planos con las nacionales Emma Cohen y Teresa Rabal y dos bellezones tan deslumbrantes como Claudia Cardinale y Brigitte Bardot como protagonistas.
En el somero homenaje que este texto pretende ser hay menciones que son inexcusables, como su aparición en una de las mejores películas del maestro Jesús Franco, como es «Lucky el intrépido», a medio camino entre la parodia y la explotación de la serie Bond y del cine de espías tan en auge en aquel momento; o en esa joyita de la psicodelia y el kitsch que es «Un, dos, tres, al escondite inglés», de Iván Zulueta, donde se interpreta a sí misma; o su temprano y duradero matrimonio con el inmenso Manuel de Blas, a quien conoció en el rodaje de «Cita en Navarra» y con quien coincidió en muchos otros posteriormente; o su papel de monja en una película mítica del cine catalán inmediatamente posterior a la muerte de Franco como es «La ciutat cremada», de Antoni Ribas; o su papel televisivo como Milady en varios episodios de la exitosa «Curro Jiménez»; o sus inicios como modelo publicitaria, muy especialmente recordada como «chica Fundador»; o...
En fin, tantas y tantas cosas de una actriz inolvidable, que llegó a España de jovencita como hija de un militar destinado en Torrejón de Ardoz, convirtiéndose en uno de los emblemas más hermosos del cine popular de barrio y de las sesiones continuas, para ya nunca abandonarnos. Te echaremos de menos, Patty. D. E. P.
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