Síntesis

2 de Febrero del 2013 - José Antonio Coppen Fernández

Aun cuando Dios no nos hubiera dotado de talento, al menos debemos aspirar a aparentarlo. Mediante la práctica de la reflexión ejercitamos el potencial de la mente, beneficiándonos de su capacidad creativa. No en vano, hace siglos se nos advirtió de que «la brevedad es el alma del talento».

Sintetizar es un verbo que deberían conjugar quienes se dedican –aunque muchas veces sin beneficio– a escribir o hablar en público. Y es que habitualmente no se valora el tiempo ajeno, acabando, además, por ser cansinos. Debiéramos ser exigentes con nosotros mismos a la hora de transmitir nuestras ideas a los demás, expresándolas de forma breve y concisa, sirviéndonos de las palabras estrictamente necesarias con claridad y sencillez. Esto es, al menos lo que intenta este modesto escribidor. Vaya este mensaje para conferenciantes, presentadores de libros, así como quienes los arropan; pregoneros, articulistas, políticos en sus discursos y quienes imparten homilías.

Asimismo, deberíamos poner especial interés en condensar nuestras ideas tanto en las exposiciones verbales como en las escritas, vaciando la inspiración de manera nítida y armonizada. Y si se nos apura un poco, haciendo gala incluso de nuestra capacidad de síntesis, un propósito que debería ser común a cuantas personas se dedican a estos menesteres. Y es que no por alargar la exposición se dicen más cosas, ni por ocupar mucho tiempo o extenderse en el espacio escrito se es más explícito. Utilizando el filtro clarificador como un ejercicio higiénico, nos percataremos de que en el texto se repiten ideas y conceptos que deben sufrir un proceso de selección. No digamos en aquellos actos –sucede mucho en los últimos tiempos– en que para glosar un libro y hacer la semblanza de su autor, intervienen media docena de cantores. En este caso, suele suceder que los intervenientes repitan similares argumentos laudatorios.

Es conveniente, pues, tener presente que, como signo de nuestro tiempo, vivimos deprisa; aunque bien es verdad que siempre encontramos tiempo para lo banal e insustancial. En este sentido, hay que pensar que el lector u oyente siempre agradecen la brevedad en la exposición de lo que se trata de comunicar. Y cuando la intervención se realiza ante una audiencia, mejor optar por escribir lo que se piensa decir, salvo que el protagonista sea un buen orador, que no es frecuente porque la oratoria se ha devaluado en España. Así se evitará el revoloteo de ideas deshilvanadas y repetidas, y a buen seguro que el público asistente lo agradecerá.

En cualquier caso, una de las normas de la vida debiera consistir en comprometernos a nosotros mismos en ser breves y concisos, así evitaremos ser pelmazos a la hora de hablar o escribir. Sin duda, la obligación contraída con nosotros mismos nos ayudará a cumplir los objetivos fijados.

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