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Wert, el ministro "revolucionario"

11 de Febrero del 2013 - Marilde García

Está leyendo usted bien, estimado/a lector/a, le he adjudicado al ministro de Educación la condición de «revolucionario». Bueno, más bien se la ha adjudicado él mismo, como luego aclararé. Pero permítame que haga primero otras consideraciones.

Entre quienes han tenido la oportunidad de compartir debates en radio o televisión, antes de su incorporación al Gobierno popular, es comentario recurrente que al ministro de Educación, Cultura y Deportes le gustaba ser protagonista, buscaba destacar con sus bien preparadas intervenciones, pero también con su estudiada presencia, no sólo prestando atención a su aspecto, sino también elevando la altura de su asiento para sobresalir físicamente entre los contertulios que lo flanqueaban. Así nos lo presentan, y así lo podemos identificar en sus comparecencias ministeriales ante los medios de comunicación y ante los colectivos convocados, con la diferencia de que en estos casos no necesita poner un suplemento artificial, su condición de ministro le concede el lugar preeminente y ser el sujeto protagonista.

En sus intervenciones como tertuliano el hoy ministro Wert se percibía como una persona moderada, lo «jugoso» lo dejaba para otros foros. Vale como ejemplo la conferencia «La sociedad española ante la agenda de reformas», impartida en el campus de verano de 2010 de FAES, en cuya exposición, entre los cambios legislativos más urgentes situó la educación, respecto a la cual hizo afirmaciones tales como «La comunidad educativa no puede ser una comunidad democrática, porque el proceso educativo no es democrático», considerando abusiva la «idea de cogobierno por parte de padres, alumnos, docentes y no docentes», llegando incluso a culpabilizar a este, para él, exceso de democracia del «deterioro primero de la autoridad, después de los estándares de exigencia y, finalmente, de los valores nucleares del proceso educativo», como «esfuerzo, mérito, reconocimiento» o «excelencia». Éste es el bagaje ideológico con el que José Ignacio Wert superó su reválida, su oposición particular, en la FAES; el resto, una vez al frente del Ministerio de Educación, vendría rodado, y responde a un doble objetivo: aplicar los principios ultraconservadores e involucionistas en materia de educación del «laboratorio de ideas del PP» y conservar su plaza.

¿Que no es esto? ¿Que el ministro Wert (extiéndase al Gobierno popular y muy especialmente a su máximo responsable y principal valedor de la contrarreforma educativa, el presidente Rajoy) invoca como objetivo principal mejorar la calidad del sistema educativo público? Y esto se consigue reduciendo la inversión en educación en 3.000 millones de euros, y prescindiendo de decenas de miles de profesores (la plantilla en la enseñanza pública retrocede a los niveles del curso 2007-2008, al tiempo que crece el número de escolarizados), y aumentando la ratio de alumnos por aula, y eliminando las clases complementarias y los instrumentos que permitían ayudar a los que tenían más dificultades, y aumentando la carga horaria de la Religión en más de un 100%, y… y…? No es propósito de estas líneas hacer un análisis exhaustivo de las medidas que nos brinda el Ministerio de Educación, pero resulta inevitable preguntarse si el señor Wert conoce la realidad de las aulas o si afronta el Ministerio que dirige con la misma ligereza con la que hace determinadas declaraciones, o si nos toma por tontos a los ciudadanos de este país.

Subtítulo: Un político al que le gusta sobremanera el protagonismo

Destacado: En la intervención realizada en el acto de entrega del XXI Premio «Reina Sofía» de poesía iberoamericana al poeta, sacerdote y ex ministro de Cultura sandinista Ernesto Cardenal, el Ministro describió las reformas educativas del Gobierno popular como una aplicación de «la tan ansiada por el galardonado revolución al ámbito educativo»

¿Wert, «revolucionario»? En la intervención realizada en el acto de entrega del XXI Premio «Reina Sofía» de poesía iberoamericana al poeta, sacerdote y ex ministro de Cultura sandinista Ernesto Cardenal, celebrado el 15 de noviembre en el Palacio Real y presidido por la Reina, el Ministro describió las reformas educativas del Gobierno popular como una aplicación de «la tan ansiada por el galardonado revolución al ámbito educativo». «Tratamos de romper con el molde de una escuela anclada en el pasado» fue otra de sus sorprendentes afirmaciones.

Es conocida la afición del ministro de Educación a efectuar declaraciones epatantes para centrar la atención en su persona. Es fácil que en este caso se haya sentido defraudado, dado que su intervención en el acto citado tuvo poco eco en los medios de comunicación. Pero ¿se puede comparar –poner al mismo nivel– la contrarreforma educativa del Gobierno del PP con los principios ideológicos de Ernesto Cardenal? El proyecto educativo wertiano prima a la escuela privada y castiga a los sectores sociales económicamente más débiles, quebrantando así un principio fundamental de la educación, cual es el ser el instrumento más poderoso para propiciar la igualdad de oportunidades en una sociedad. «La educación es la lucha contra la fatalidad social», son palabras del filósofo Fernando Savater. Y podrían ser también las del sacerdote poeta, defensor acérrimo de la Teología de la Liberación, lo que incluso le llevó a enfrentarse con la Iglesia de Roma.

¡Cuán distinto, José Ignacio Wert! El ministro de Educación no se conforma con eliminar los Derechos Humanos del currículum de la Enseñanza Secundaria (como hizo en un primer momento cuando habló de sustituir la asignatura «Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos» por «Educación Cívica y Constitucional»), sino que ahora, en un nuevo volantazo, pacta a escondidas con los obispos del país y se rinde a sus peticiones, con lo que no sólo nos alejamos de la mayoría de los países de nuestro entorno democrático europeo, que, en cumplimiento de la recomendación 12/2002 del Consejo de Europa, cuentan en sus currículum con la Educación para la Ciudadanía como asignatura obligatoria en Primaria o en Secundaria, sino que el ministro Wert también hace oídos sordos a lo expresado en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU de 1948, que en su preámbulo determina como ideal común que «… se promuevan mediante la enseñanza y la educación los derechos y libertades» en ella contemplados.

Y privando a los estudiantes del derecho a formarse como ciudadanos democráticos y respetuosos con los Derechos Humanos se quebranta también nuestra Constitución (artículo 9. 2). Y se evidencia claramente que la reforma de la educación del ministro Wert no obedece a una necesidad económica, sino que el Gobierno del PP utiliza la crisis como excusa para desmantelar los logros sociales de décadas y propicia la liquidación de los fundamentos de la cohesión social y del Estado del bienestar.

Cierro estas líneas con unas reflexiones del poeta nicaragüense: «Ahora los problemas son tan grandes que la poesía social, la protesta, la rebeldía y la insurrección son muy necesarias». «Hoy el mundo está tan mal, tan feo, porque es más capitalista, y el capitalismo salvaje es un fracaso estrepitoso».

Y Wert dice que su reforma es la «revolución» de Ernesto Cardenal en educación…

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