¿El franquismo?

16 de Febrero del 2013 - Julio García García (Oviedo)

Está generalizado el llamar «franquismo» al período de nuestra historia que finalizó el 20 de noviembre de 1975.

Pero cabe preguntarse ¿qué es eso del franquismo?

Se conocen numerosas teorías y doctrinas políticas, pero entre ellas no figura una que se denomine «el franquismo».

Francisco Franco Bahamonde no era un doctrinario político, no era el jefe de un partido político, no era un jurista. Era un militar.

Pero ocurrió que las circunstancias históricas de España determinaron que la Junta Política Militar que dirigía el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, tomó el acuerdo de unificar el Mando Militar y el cargo le fue ofrecido al general Francisco Franco y éste, para aceptarlo, puso como condición que llevase unido la Jefatura del Estado, lo que aceptó la Junta Militar.

Francisco Franco, de 43 años de edad, General desde los 33 años, era el más joven de los generales que protagonizaron el Alzamiento y el cargo se le ofreció por su gran prestigio profesional y personal, por sus virtudes y ejemplar conducta pública y privada y su religiosidad católica y su patriotismo.

Franco era consciente de que si difícil era ganar la guerra, no lo era menos ganar la paz. Y esto exigía unidad de mando, disciplina, sacrificios y coincidencia en los ideales comunes.

Finalizada la guerra civil, Franco se dispuso a superar las enormes dificultades derivadas del atraso económico de España, las pérdidas humanas y materiales ocasionadas en el conflicto y las que tuvieron como causa la II Guerra Mundial, que obligó a mantener movilizados a varios reemplazos, cuando más necesarios eran los jóvenes para la reconstrucción de España, etcétera.

Francisco Franco tenía claros cuáles eran los ideales comunes de las fuerzas que integraron el Alzamiento y de los males que habían llevado a los españoles a la guerra.

Estos ideales eran:

En primer lugar, el sentido católico de la vida y del hombre.

Está generalizado el llamar «franquismo» al período de nuestra historia que finalizó el 20 de noviembre de 1975.

Pero cabe preguntarse, ¿qué es eso del franquismo?

Se conocen numerosas teorías y doctrinas políticas, pero entre ellas no figura una que se denomine «el franquismo».

Francisco Franco Bahamonde no era un doctrinario político, no era el jefe de un partido político, no era un jurista. Era un militar.

Pero ocurrió que las circunstancias históricas de España determinaron que la Junta Política Militar que dirigía el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936 tomó el acuerdo de unificar el mando militar, y el cargo le fue ofrecido al general Francisco Franco, y éste, para aceptarlo, puso como condición que llevase unido la Jefatura del Estado, lo que aceptó la Junta Militar.

Francisco Franco, de 43 años de edad, general desde los 33 años, era el más joven de los generales que protagonizaron el Alzamiento, y el cargo se le ofreció por su gran prestigio profesional y personal, por sus virtudes y ejemplar conducta pública y privada, y su religiosidad católica y su patriotismo.

Franco era consciente de que si difícil era ganar la guerra, no lo era menos ganar la paz. Y esto exigía unidad de mando, disciplina, sacrificios y coincidencia en los ideales comunes.

Finalizada la Guerra Civil, Franco se dispuso a superar las enormes dificultades derivadas del atraso económico de España, las pérdidas humanas y materiales ocasionadas en el conflicto y las que tuvieron como causa la II Guerra Mundial, que obligó a mantener movilizados a varios reemplazos, cuando más necesarios eran los jóvenes para la reconstrucción de España, etcétera.

Francisco Franco tenía claros cuáles eran los ideales comunes de las fuerzas que integraron el Alzamiento y de los males que habían llevado a los españoles a la guerra.

Estos ideales eran:

En primer lugar, el sentido católico de la vida y del hombre.

En segundo lugar, la concepción de España como quehacer común de los españoles y la irrevocable unidad de España.

En tercer lugar, la imperiosa y urgente necesidad de realizar una profunda justicia social, exigencia ineludible del sentido católico de la vida y de una patria incompatible con la injusticia.

La realización de estos ideales exigía la creación de un sistema político que superase los males que habían llevado a España a su catastrófica situación.

Había que superar la democracia partitocrática y relativista, que había dividido y enfrentado a los españoles.

Había que superar las luchas de clases de orientación marxista y anarquista, que habían llevado a la lucha violenta entre trabajadores y empresarios y que contribuía a la ruina económica y el desorden público.

Había que superar los separatismos nacionalistas, que ponían en peligro la sagrada unidad de España.

Y había que superar la visión marxista y anarquista, que era causa del apartamiento de las masas obreras del sentido católico de la vida y de las luchas para implantar la dictadura del proletariado, según la versión rusa.

Pero esta tarea no podía ser obra de Franco, que no era un político, ni un jurista, ni un doctrinario.

Esa tarea de edificar un nuevo Estado fue obra de los mejores hombres del Movimiento Nacional, políticos, juristas, técnicos, etcétera, sin los cuales no hubiese sido posible la creación de un nuevo Estado.

Y así, se elaboró una Constitución abierta, integrada por siete leyes fundamentales: el Fuero del Trabajo, en 1933; la ley de Cortes, en 1942; la ley del Fuero de los Españoles, en 1945; la ley de Sucesión, en 1947; la ley de Referéndum Nacional, en 1947; la ley de Principios del Movimiento Nacional, en 1958, y la ley orgánica del Estado, en 1967.

En esta Constitución se desarrolla un sistema de democracia orgánica en la que la participación del pueblo español en las funciones públicas se realiza a través de la familia, el municipio, el sindicato y otras instituciones.

Y este sistema político lo crearon los hombres del Movimiento Nacional, velando el jefe del Estado por la fidelidad a los ideales fundamentales del Alzamiento Nacional.

Es cierto que Franco tuvo unos poderes excepcionales, exigidos por las circunstancias, que se fueron limitando, pero el régimen no fue obra exclusiva suya.

Hablar, pues, de «franquismo» es un reduccionismo hábilmente utilizado por sus enemigos, para centrar el régimen en su persona, demonizarla y ocultar lo que realmente fue el régimen, su Constitución, sus instituciones, sus obras, etcétera. ¿Cuántos de los que lo denigran conocen las leyes fundamentales y conocen del régimen algo más allá de las represiones sobre sus adversarios políticos?

Julio García García, Oviedo

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