Los torturadores y sus amigos
Salen ahora a la luz, gracias a un periódico australiano, mas fotografías de las torturas infligidas a los prisioneros iraquíes y afganos por parte del ejército de los EE UU. Es curioso que a pesar de lo aborrecible de las imágenes, las de ahora y las de hace tiempo, no se suscite ningún debate político sobre el asunto, ni siquiera merezca mucha atención en editoriales periodísticos o entre tertulianos y columnistas. Todo el mundo sabe que en todas las guerras ha habido excesos y que, por supuesto, no solamente los norteamericanos los han cometido, pero un país que quiere liderar el mundo y que se cree el paladín de la libertad no puede institucionalizarlos. Porque, en efecto, lo peor no es que los soldados de USA practiquen habitualmente la tortura con los prisioneros y vendan las fotos o las regalen a sus amigos y a sus novias como souvenirs de la enésima guerra del Imperio, lo mas grave es que sea el gobierno de los EE UU, a veces con la complicidad de otros gobiernos, incluidos los nuestros, el que elabore un plan sistemático de torturas, bajo eufemismos miserables, con unas órdenes, unos fondos y una logística criminal. Lo que sucedía y seguramente sigue sucediendo en las cárceles de Irak, Afganistán, Guantánamo, etc. no son singularidades. Los vuelos de la CIA (que hacían escala habitualmente en España) llevaban prisioneros y detenidos sin acusación alguna y sin ninguna cobertura legal, no solo a Guantánamo, también a países como Egipto o Jordania y, lo que aún es mas fuerte, a estados, sobre el papel, democráticos y socios de la UE como Rumania, donde eran sometidos a todo tipo de brutalidades por agentes de esos países y de los servicios de inteligencia norteamericanos. La derecha española había sido tradicionalmente antiamericana desde el desastre de 1.898 donde EE UU nos arrebató Cuba y Filipinas. Esta situación se mantuvo durante mucho tiempo. En la Segunda Guerra Mundial mientras los republicanos luchaban con los aliados, el general Franco enviaba tropas en ayuda de Hitler. Pero, al final de la guerra, los EE UU no apartaron a los fascistas españoles del poder y acabaron con la dictadura, al contrario, la mantuvieron y le dieron la bendición, tras el paseo en coche descubierto del presidente norteamericano Eisenhower y del Generalísimo por las calles de Madrid, a cambio de que España fuera un peón en la "guerra fría" y de cederles varias bases militares que aún se mantienen a día de hoy bajo el vergonzoso nombre de españolas de utilización conjunta. También en esa época se fraguó el divorcio entre muchos españoles de bien, no solo de izquierda, y los USA, que continúa, doy fe, a día de hoy. Pero en el mundo y en la España actuales no se explica muy bien porque hay gente, sean los EE UU aliados o no, que consiente y perdona todo a los norteamericanos, ni siquiera muchos de ellos están de acuerdo con las actuaciones de su gobierno. Aquí se hacen reverencias como las del señor Piqué a Reagan, se compadrea y se apunta uno a guerras ilegales, como Aznar, o te vuelves loco por salir en la foto y que te salude el guai del Paraguay Obama, tan progresista él, como hace el presidente Zapatero. Ya descubrirán quien es Obama y a quien representa; de momento ha restaurado los tribunales militares pero eso no será nada comparado con lo que prepara para Irán. Una buena parte de los recursos que destinamos de nuestros impuestos para las Fuerzas Armadas y para armamento y material se destinan no a que estén preparadas para salvaguardar el mandato constitucional, sino para servir de apoyo a las aventuras del Imperio, como las fragatas españolas con su sistema Aegis para integrarse en los grupos navales USA (frecuentemente sirven de escolta a los portaaviones de la NAVY) o el carísimo buque de proyección estratégica, pero son solo dos significativos ejemplos. Ya saben ustedes lo ciertos que son los refranes, "dime con quien andas y te diré quién eres" o "peca igual el que mata que el que tira de la pata". Los amigos incondicionales son corresponsables de los excesos que cometen los EE UU, incluida la tortura institucionalizada que no se comenta, se tapa o se minimiza, no sea que se enfaden de verdad y no como con la pantomima de la retirada de Irak.
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