La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » ¿Para qué sirve un Rey?

¿Para qué sirve un Rey?

15 de Febrero del 2013 - Francisco Javier García Valledor

Este podría ser el título de un concurso (pseudo)literario de redacción escolar de los que patrocinaba una conocida marca de refrescos, o de los que se patrocinan en la actualidad con la misma finalidad propagandística de la monarquía que, en la figura del rey, disfruta entregando premios a niños y niñas de los más recónditos lugares de la geografía española que han realizado en sus escuelas redacciones en las que nos muestran la bondad intrínseca del Monarca y sus grandes capacidades para convertir lo negro en blanco, el dolor en alegría, o la maldad en bondad.

Sin embargo, el propósito de esta reflexión es muy otro; sobre todo ante la avalancha hagiográfica sobre Juan Carlos de Borbón con la excusa de su 75.º aniversario, pero con la finalidad real de tratar de lavar la cara a la Institución monárquica que está (afortunadamente para los demócratas) en los niveles más bajos de valoración por los españoles desde que accedió al trono.

Comienzo esta reflexión pública explicitando sin ambages mi profunda convicción de la superioridad ética y democrática de la República frente a la monarquía. Superioridad ética porque la república hace realidad el principio de igualdad de los hombres y mujeres ante la Ley, y democrática porque, frente a un modelo hereditario para el acceso a la más alta Institución del Estado (la Jefatura del mismo), la república se sustenta en la libre elección del mismo por la ciudadanía, ejerciendo de manera efectiva la Soberanía popular. No sé si estas afirmaciones pueden rebatirse argumentalmente; considero que no, aunque en este mundo intelectualmente superficial parece que todo es opinable al margen de que se aporten razones y argumentos. En cualquier caso, por honestidad con el lector parto de expresar mi republicanismo militante.

La figura que se nos trata de presentar de D. Juan Carlos de Borbón y Borbón parte de un enorme ejercicio de engaño y manipulación histórica que comienza con su propio reinado: considero imprescindible expresar verdades históricas que, siendo obvias, sin embargo se tratan de ocultar, olvidar o simplemente no se mencionan cuando se analiza su trayectoria.

Juan Carlos de Borbón fue amamantado y formado por el franquismo, que le acogió en su seno desde su tierna juventud y, previo acuerdo con su padre, D. Juan de Borbón, permitió a Franco designar a su sucesor «a título de Rey» en 1969 según se estipulaba en la Ley de Sucesión de 1947 (una de las 7 Leyes fundamentales del régimen franquista).

Subtítulo: Análisis crítico de la figura de Juan Carlos I en su 75.º aniversario

Destacado: En España, donde sigue pesando como una losa el franquismo ideológico y sociológico (sería una lamentable ironía de la historia que el dictador hubiese acertado al expresar que todo quedaba atado y bien atado), siguen sucediendo cosas extrañas en torno a la Monarquía

Se le suele atribuir tanto la decisión como la dirección del «denominado» proceso de transición a la democracia, valorando sus firmes convicciones democráticas y olvidando algo tan fundamental como que para poder reinar estaba obligado a ello. D. Juan Carlos no se convirtió en demócrata por convicción sino por necesidad para poder reinstaurar la monarquía. Es una injusticia histórica ocultar que la democracia se consigue, no a través de la ruptura como se pretendía desde el antifranquismo, pero sí a través de una reforma que se fuerza frente al intento de mantener «el franquismo sin Franco».

Supone un enorme falseamiento de la historia situar a Juan Carlos de Borbón como el gran timonel de la transición democrática, al igual que considerarle el hombre que frenó el golpe de Estado del 21 de febrero de 1981. La idea (en múltiples variantes) en torno a la necesidad de un golpe de mano y un giro radical en la dirección política de España tras la defenestración política de Adolfo Suárez se planteó en muchas ocasiones en su entorno (político y militar) más cercano. Él parece que no la desechó, ni cortó de raíz tal posibilidad. El mismo día 21 dudó, tardó en tomar una decisión y, cuando lo hizo para parar el golpe de Estado, lo hizo porque comprendió que de no ser así comprometía para siempre la pervivencia de la monarquía en España.

En España, donde sigue pesando como una losa el franquismo ideológico y sociológico (sería una lamentable ironía de la historia que el dictador hubiese acertado al expresar que todo quedaba atado y bien atado), siguen sucediendo cosas extrañas en torno a la monarquía:

Se asocia la república con la izquierda (y además, con la más radical) y la derecha (o ese «constructo» que llaman centro-derecha o centro-izquierda) con la monarquía, cuando, objetivamente, ser republicano en Francia, USA, Alemania, Italia, Turquía, Venezuela, Irán, Suecia, Rusia o China…, es decir, en la inmensa mayor parte de los países y culturas del mundo, nada tiene que ver con las distintas posiciones políticas o ideológicas de la ciudadanía.

Asimismo, un inaceptable «pacto de silencio» de las empresas de comunicación ha impedido durante la mayor parte de los 37 años del reinado de Juan Carlos I conocer a la mayoría de la ciudadanía aspectos centrales del funcionamiento de la monarquía en nuestro Estado. Sólo en los últimos tiempos han atravesado el muro de silencio, porque la prensa internacional los sacaba a la luz, asuntos como las cacerías en países europeos de animales protegidos, la no tan modélica familia real, los negocios presuntamente sucios e ilegales, usando su posición de privilegio de miembros de la familia real con el conocimiento del propio monarca, las cacerías africanas, la opacidad de los presupuestos anuales de la Casa Real… Pero sigue manteniéndose un silencio absoluto sobre cuestiones de enorme importancia como los posibles negocios del monarca con dictadores de países árabes (Arabia Saudí, Marruecos…), o si tiene invertida la familia real su «fortuna» fuera de España.

El título tiene una semejanza buscada con el de la magnífica película del director asturiano Tom Fernández que en el 2011 nos deleitaba con «¿Para qué sirve un oso?», rodada en Teverga y Somiedo. Un oso, lo sabemos los astures, sirve para, según la leyenda, acabar con el rey Favila. ¡Benditos osos de leyenda!

Las «revistas del corazón» califican a D. Juan Carlos I como «cercano, afable y respetado por todos los españoles», lo cual implica que o somos muchos y muchas los que no somos españoles o somos muchos y muchas los que no consideramos respetable la figura del que es Rey de España.

Cartas

Número de cartas: 45200

Número de cartas en Mayo: 42

Tribunas

Número de tribunas: 2040

Número de tribunas en Mayo: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador