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El peso de la justicia

14 de Febrero del 2013 - David Piquero Soto (Langreo)

Hay, ha habido y habrá casos de enorme injusticia/injusticias, desgraciadamente, como pudieron ser el resultado de sentencias o de lo que no hubo ni siquiera sentencias y debía de haberlas habido. Por citar algún ejemplo de lo que hablo, podríamos mencionar la novela de Alejandro Dumas «El conde de Montecristo» en la que Edmundo Dantés (representada por Gérard Depardieu en la pantalla) se ve involucrado en una conspiración de la que es inocente, enjuiciado en extrañas circunstancias y condenado a pasar el resto de sus días en la prisión del castillo If. Desposeído de dignidad e identidad. Cuando ya lo veía todo perdido, gracias a un cúmulo de casualidades, logra escapar de prisión. Y es cuando comienza la venganza, como recordaran.

O el caso de la película «El fugitivo», en la que el doctor Richard Kimble (Harrison Ford en la película) es acusado del asesinato de su esposa. Y condenado a una inyección letal y, cuando es llevado a prisión, se produce un accidente y logra huir. Y a partir de aquí trata de demostrar su inocencia. O recientemente puesta en televisión «Vencedores o vencidos», de Stanley Kramer, que trata de la Segunda Guerra Mundial y después de la derrota nazi se lleva a cabo un juicio en un tribunal internacional con el propósito de impartir justicia en base a los actos criminales llevados a cabo por el Ejército alemán.

Pues primeramente debe saberse qué se enjuicia para poder enjuiciar debidamente, y que esto fuese todo lo riguroso posible. Al margen, claro está, de la relatividad que pueda existir en las leyes a la hora de entenderlas y ponerlas en práctica, o las ya de por sí injusto uso que se hace de «la ley» y exista una justicia para ricos y otra para pobres. Cuando lo que tendría de tratar de ser «la justicia» es igual y justa para todos. Que debería ser su pretensión, al menos en una democracia.

Y habrá casos en que encima de cargar con culpas ajenas a la persona, haya sido todo irreversible y no haya existido ni compensación ni reconocimiento alguno para dichas personas, y además no haya recaído castigo alguno sobre los verdaderos culpables. Y tal vez resulte demasiado cristiano pensar que sin hacer nadie nada por ello las cosas se resuelvan por sí solas y cada cual tendrá lo que debería ser su justo merecido. Y opino que cuando no se es justo con algo tal vez se sea injusto, y hay veces que pudiera ser esto enormemente. Por lo que habría que intentar ser ecuánimes y saber sobre quién se hace recaer el peso de la justicia.

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