Hartazgo
La corrupción se ha instalado en la vida de los españoles cual parásito en nuestros intestinos, y es un hecho lamentable, bochornoso y delictivo que todas esas tramas, legislatura a legislatura, lo único que hagan es cambiar de apellido y de signo político.
Entre tanto, nuestra clase política se dedica a embarrarse unos a otros, a jugar como alumnos de parvulario a eso del «y tú más», y a esperar las siguientes elecciones para que la rueda siga girando, pero eso es todo.
A cambio, a los de a pie, nos levantan a golpe de reales decretos que recortan sanidad, educación y ayudas sociales, nos piden sacrificio y resignación, leemos que a una chica la han condenado a cinco meses de prisión por utilizar una tarjeta de crédito ajena para comprar comida para sus hijos, y es entonces cuando piensas que si es verdad eso de que la justicia es igual para todos, y una compra en el súper te puede llevar medio año a la cárcel, a todos esos señores engominados, corruptos hasta las trancas, acompañados de abogados, maletines y carpetas, no volverán a ver a sus familias hasta que sean unos tiernos chorizos octogenarios.
Su condena será proporcional al delito, pero nunca lo será a lo que prometieron al jurar sus cargos, a la estafa moral que cometen contra todos nosotros al apropiarse de lo ajeno, y no precisamente para alimentar a unos niños sino para engordar sus patrimonios; así que, señores gobernantes, pasados, presentes y futuros, nos piden bastante más que sacrificio y resignación: nos piden que nos sumamos en un estado de gilipollez mental que nos haga olvidar que somos nosotros, cada cuatro años, quienes los ponemos al frente de nuestras instituciones y nuestros gobiernos, los que purgamos sus torpezas, los que sufrimos sus recortes, quienes con cada legislatura acudimos a las urnas con la esperanza del cambio, de ese cambio que nunca llega porque lo único que quieren es que la rueda gire; porque lo que siempre nos llega es, lamentablemente, el hartazgo.
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