¡Qué pena!

11 de Febrero del 2013 - Arturo García Rodríguez (Oviedo)

Vistos los recientes casos de corrupción que asoman en los distintos medios de comunicación que salpican a nuestro país en general y a nuestra Asturias en particular, unido a los sangrantes recortes que padecen el funcionariado y los servicios públicos, los cuales se han visto minorados fuertemente con el consiguiente perjuicio a los más necesitados, más el vertiginoso índice de desempleo, subidas de impuestos, recetazos, tasas judiciales y demás aderezos.

Y visto que toda esta pesadilla en nada ha afectado a los políticos, al contrario, cada vez viven mejor y, para más INRI, me dicen que la razón de tanto sufrimiento es la reducción del déficit, no puedo más que hacer dos cosas:

Una, rezar junto con el salmista aquello de:

Todos están extraviados,

igualmente corrompidos;

nadie practica el bien,

ni siquiera uno solo (Sal. 13).

Y otra preguntarme, como Kant, ¿qué debo hacer? Decía el filósofo que el hombre es conocimiento, acción y esperanza. De la situación que atravesamos tenemos conocimiento. La esperanza parece que se la están cargando. Nos queda, pues, la acción. ¿Qué se puede hacer? O mejor dicho, ¿qué podemos hacer para salir de esta dinámica tan perversa que está acabando con nosotros?

No puedo olvidar cuando atisbaba dicha situación de crisis, y ante tanta rabia que anidaba en mi corazón, no podía permanecer impasible y me vi en la obligación de hacer algo; y al igual que muchos, he tomado decisiones; unos han acampado en la Puerta del Sol y otros hemos brindado una alternativa política con el fin de ejercer una especie de “sacerdocio” civil en el que por pura y desinteresada vocación de servicio trabajásemos por el bien de todos, que es también el de cada uno de ustedes.

Ambas soluciones, a la vista del resultado, han caído en saco roto, ya que a medio de los cauces legítimos, nosotros mismos, con nuestro voto, hemos decidido que nos gobiernen quienes nos están gobernando, y de ahí que si en un principio el sentimiento que tenía era de rabia e impotencia, ahora tengo un sentimiento de pena y resignación. Porque ante tanta manifestación y protesta pública, tenemos lo que nos merecemos, nosotros los hemos puesto ahí. Y esto no lo debemos olvidar, la responsabilidad última de que nos esté gobernando esta camada de corruptos es exclusivamente nuestra.

Por lo tanto, como ciudadanos, tenemos la obligación de exigir nuestros derechos, pero no debemos olvidar nuestras obligaciones y con ellas asumir las consecuencias de nuestros actos en el ejercicio de las mismas.

Insisto, sólo me queda el sentimiento de pena y resignación, y a la vez pedir a los actuales políticos que hagan un examen de conciencia, que pidan perdón por sus actos y de una vez por todas empiecen a pensar en el ciudadano y no en ellos mismos.

Sólo así lograremos salir de la crisis y tener un país próspero. Porque, evidentemente, aún no somos capaces de votar alternativas políticas debido a nuestros miedos e inmadurez democrática.

En fin. ¡Qué pena!, con lo bien que podíamos vivir todos, y qué mal lo estamos pasando.

Arturo García Rodríguez,

sacerdote, abogado y presidente del Partido Democrático y Constitucional, Oviedo

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