Crítica

11 de Marzo del 2013 - José Antonio Coppen Fernández

Prestos los oídos a comentarios o informaciones con tintes críticos hacia el prójimo, deberíamos abstenernos de creer todo el mal que nos digan hasta que lo comprobemos, pues con facilidad confundimos los deseos con la realidad. Debemos de comprender antes de intelectualizarlas. La crítica, como la política, es un bien necesario, cuando está exenta de calumnia, injuria y libre de embaucadores; renunciar a la crítica cuando disponemos de información veraz, y, en su caso, de formación, es un síntoma de tibieza y cobardía, que en ocasiones puede convertirse en hipocresía oculta en el silencio. Nada existe tan perfecto que no se preste a juicio. Ahora bien, esta inalienable condición humana se verá reforzada cuando esté inspirada por la rectitud natural del sentido común y el rigor. Es más, Martha Nussbaum, filósofa y profesora de la Universidad de Chicago, «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales 2012, dijo en Oviedo: «Si no somos capaces de analizar nuestra realidad desde un punto de vista crítico, pueden pasar cosas muy malas».

Para ejercer el derecho a la crítica no sólo debe decirse la verdad, además hay que conocerla. Qué duda cabe que unas personas son más proclives que otras a la crítica, aunque no siempre fundamentadas en bases sólidas. Muchas veces no se ejerce este derecho por no tener criterio propio, por indecisión o desinformación; pronto nos percataremos de las personas que cuentan con talento, porque ven más y mejor las cosas. Otra cuestión muy distinta es que, por discreción y circunstancias, no sea aconsejable pronunciarse para no herir los oídos de quienes escuchen.

Subtítulo: Un bien necesario

Destacado: Nadie que sea endeble y sensible a la crítica debiera tener vida pública

Obviamente la crítica puede y debe ejercerse cuando así lo requieran las circunstancias en los más variados aspectos y ámbitos de la vida humana: censura de las acciones ajenas, el arte y la belleza, y, en general, juzgar de las cosas con arreglo a ciertas normas. En definitiva, criticar es el conjunto de opiniones emitidas sobre cualquier tema. Son los espíritus inquietos y con inquietudes quienes con más profusión y mayor intensidad ejercitan el derecho a la crítica. Luego están los llamados espíritus de contradicción, que en cuanto se detectan a la hora de exponer sus criterios, pierden fuerza y poder de convicción.

Nadie se debiera desalentar ante la crítica de los demás, en principio hay que encajarlas con deportividad, como el boxeador cuando le impactan el hígado. Lo mejor que se puede hacer es recibir las críticas con templanza. Conocido su origen y después de la recepción debida, clasificarlas y aceptar aquellas que puedan ser positivas para ulterior rectificación o mejora de nuestro comportamiento. Y aquellas que no pasen el filtro clasificador, desecharlas y olvidarlas, así de sencillo. Cuantos pudieran ser objeto de crítica, es porque están vivos, condición indispensable para que se ocupen de ti, pues al día siguiente del último suspiro, ya nadie te recordará, algo de lo que hemos de ser conscientes en los tiempos que corren. Nadie que sea endeble y sensible a la crítica debiera tener vida pública. Por último, están quienes sufren engreimiento y arrogancia, que no admiten error alguno que pudiera ser objeto de este trato; van por la vida de «don perfectos» o «doñas virtudes», condiciones ambas que a nosotros particularmente nos repelen.

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