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En Pravia, cronista «num habemus»

13 de Febrero del 2013 - Jesús Alfonso González Fernández (Pravia)

Cuando uno llega a cierta edad, tiene algunas felices ventajas, tales como asistir, sentado y relajado, para ver este teatro del mundo, representando su tragicomedia diaria. Los hechos que se suceden, y que los actores viven intensamente, son vistos desde la platea o el palco de una manera crítica, pero sin apasionamiento.

Es el caso del posible nombramiento, por el Ayuntamiento, de cronista oficial del concejo de Pravia. Y, claro, la noticia es bien recibida. Lo de cronista suena bien y parece que ayuda en el currículo. El gran Bernal Díaz del Castillo, en el siglo XVI, escribía «coronista», en su «corónica» sobre la «Historia Verdadera de la Conquista de Nueva España», y aquello me suena aún más a «corona», por lo que mi deseo es que el nuevo laureado se «corone» con el éxito en su importante misión.

Pero los que amamos la historia verdadera, recordamos los antecedentes y no podemos dejar de nombrar, en estos momentos, a don Manuel López de la Torre, primer cronista oficial de Pravia, erudito de auténtico prestigio, educado que fue en el Seminario de Valdediós, dominando latín y griego, escritor, investigador infatigable y amante, sobre todo, de la historia de Pravia, como una parte importante de la historia de España, que desarrolló durante años, pero que dejó inconclusa. Muy alto estableció el listón el admirado profesor y amigo, con quien he tenido la fortuna de colaborar y gozar de su aprecio. Mucho he aprendido de él, inculcándome, además, ese amor, que conservo, por la Historia de Pravia, desde que me encargaba, encerrado en la biblioteca del Colegio de San Luis, que le ordenase sus trabajos y escritos. Era un privilegio de máxima confianza. Bajo su dirección, con otros amigos, llegamos a hacer, durante dos veranos, excavaciones en el castro de Doña Palla. Y aun solicitó mi colaboración, incluyendo un dibujo mío de la cueva de La Peña de Candamo, para un artículo suyo, publicado en la revista internacional de turismo, en español y francés, «Oro Verde», en mayo de 1970. También recuerdo, entre otras muchas cosas, cuando le presenté al escultor de «La Hilandera», Jorge M. Jordán, y le convencí de su realización. Quiero decir con esto que puedo dar fe de su intensa labor y su compromiso con Pravia, tanto siendo director del Colegio de San Luis como cuando fue alcalde de Pravia. En la memoria guardo cuando le preguntaba una y otra vez en qué momento sacaría a la luz la «Historia de Pravia», y él me respondía que «cuando esté acabada». ¡Es tanto lo pendiente! Lástima que no podamos hoy admirar su enorme trabajo.

Y tras él, el vacío. Difícil es encontrar sustituto. Nadie tenía su altura intelectual ni la formación apropiada. Aunque sin nombramiento y oficiosamente, facilitándosele un poco el trabajo, le siguió José Antonio Martínez, quien realizó, hasta su sentida muerte, un meritorio trabajo de recopilación, difusión y publicación, si bien muy lejos de don Manuel.

Ahora, de nuevo estamos en el mismo vacío. Pero los tiempos han ido cambiando; el listón se adapta al «medio ambiente», y lo que prima desde el Ayuntamiento, con las presiones ajenas, es que se difunda todo lo praviano, porque si no salimos en los medios, parece que no existimos. Se pensó, parece, en varias personas, siendo la preferida el ex juez don Fernando Inclán, quien declinó la invitación. Del señor Inclán he leído escritos de indudable valor y erudición, por lo que pienso que en este aspecto hubiera sido un acierto. Y, por último, tenemos a los postulados Pepe Monteserín y Manuel Ruiz de Bucesta, ambos apreciados amigos.

La decisión es discrecional, es decir, queda al prudente arbitrio del señor alcalde del concejo, y por el tiempo que lo estime oportuno, siguiendo su propio criterio, desembarazándose de presiones y recomendaciones. Y conociendo como conoce a sus conciudadanos, elegirá, si así lo decide –que podría dejar las cosas como están–, a la persona más adecuada a las necesidades actuales. No se trata de elegir un cargo público, y menos aún un funcionario remunerado. Por tanto, dejémosle tranquilo, con sus asesores, que hable con las personas interesadas y decida sin influencias extrañas. Luego vendrá lo de rogar, invocando patriotismos, al que mejor le parezca, que acepte el altruista trabajo, que no el cargo, aunque sea una «carga». No seré yo, pues, quien le indique preferencias ni otros criterios, aunque los tuviese.

¿Pero qué se le pide a un cronista en realidad? En principio, un reconocido prestigio personal, con estudios y formación apropiada, vinculación, erudición, popularidad, fácil acceso a los medios de comunicación y capaz de realizar una buena información del concejo de Pravia. Tal parece que esto es lo que piensa el Consistorio. También se le podría pedir capacidad de investigación histórica, estudio, defensa y recuperación del patrimonio cultural, así como acercar y resaltar la identidad praviana a los ciudadanos. Igualmente, deberá asistir a todos los actos culturales y dejar constancia, para el futuro, de la contemporánea historia de Pravia. Y trabajo, mucho trabajo. Pero sin cobrar un céntimo; ni salario, ni dietas ni ayudas. En mejores tiempos aún existía la posibilidad de que te publicasen algún libro, pero ahora ni eso. No es para presumir. Por esto me sorprende el interés que viene existiendo de tanto pretendiente a la «corona», con recomendaciones, más o menos sutiles, politiqueos, falsedades, etcétera, obviando la idoneidad para la función. Claro que, sin quererlo, Pravia está con ello habitualmente en los diarios, para regocijo de muchos. Hasta yo mismo, que llevo muchos años sin escribir en prensa, cuando antes lo hacía frecuentemente, he sentido la necesidad de hacerlo para situarnos mejor.

En mi despacho, entre libros de Medicina, tengo una calavera bajo la cual una inscripción recuerda aquello de «Sic transit gloria mundi». Demos valor, pues, a la modestia, a la sencillez y a las limitaciones propias. Y algo escuchado me ha recordado también un refrán que aprendí en euskera, en Navarra, que dice «cuanto más alto sube el mono, más enseña el culo».

Jesús Alfonso González Fernández, Pravia

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