«Elogio al libro»: un arte para una artista
Un elogio al libro implica, tácitamente, una importante consideración al arte de la encuadernación y directamente una implicación de los encuadernadores, que se encargan de la hábil tarea de «vestir» al libro, y que en palabras del eminente escritor don Ramón Gómez de la Serna «ayudan a la inmortalidad del libro y por eso su trabajo es venerable a través de los tiempos»; pues, recogiendo otras bellas palabras del que otrora fuera maestro, jefe de encuadernación de la penitenciaría nacional de Buenos Aires, y nos referimos al técnico profesional don Felipe Parada, que enunciaba: «La encuadernación es el cofre que atesora los frutos del intelecto», aún opinamos que en dicha sentencia este entusiasta de la encuadernación se quedaba muy corto dada la enorme importancia que supone este arte que trasciende más allá de verificarse en documento encuadernado y utilitario que debido a su especial prestancia acorazada puede, así, hacer frente al porvenir, reposando en la tranquilidad de los anaqueles de las bibliotecas que atesoran en su hogar las embalsamadas encuadernaciones, lujo y deleite de los más refinados bibliófilos, afines empedernidos y de alguna manera confesables sumisos al libro como objeto suntuoso en continente y contenido, joya única de la cultura, documento de alto precio intelectual y artístico, en donde a su belleza en ocasiones sublime se suma su evidente carácter didáctico, porque el libro es también eso, carácter, historia, humanidad y ¿cuántas cosas más...? La exposición titulada «La piel de los libros. Encuadernaciones entre los siglos XVI y XX», organizada por la Casa de Cultura de Gozón para la Biblioteca de Asturias (Oviedo), con textos y catálogo de I. Pando García-Pumarino, fue un buen ejemplo hace varios años (año 2000) de este recorrido encuadernado, convertido en bello objeto de culto y prestigio para el disfrute de su contenido intelectual. El libro es enseñanza y ejemplo, luz y revelación. Una biblioteca, aunque sea pequeña, es necesaria en todos los hogares, pues como dice un proverbio hindú «un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora».
Aunque comenzamos esta disertación hablando sólo del objeto material del libro, no nos hemos olvidado de hablar, nombrar y elogiar al sujeto humano, mano de obra ejecutora del arte de la encuadernación, a quien dedicamos este artículo, la prestigiosa encuadernadora, restauradora y excelente calígrafa, entre cuyos honores le hacemos mención por reconocimiento internacional, la encuadernadora Dolores Díaz Gállego ha ganado la última edición del Concurso internacional de libros en miniatura de los Estados Unidos, que organiza la Miniature Book Society, una asociación de editores, coleccionistas y aficionados bibliófilos. El premio ha recaído en su edición en miniatura de la ley del Notariado de 1862, que reproduce el texto legal íntegro más antiguo de España aún en vigor. (LA NUEVA ESPAÑA, domingo, 6 de enero de 2013). Es para mí vergonzoso desde el punto de vista de los amantes del libro encuadernado, y partimos de la impresión más sensible de un bibliófilo entusiasta y apasionado del olor a libros viejos, que la con casi toda seguridad, y de ello tengo pleno convencimiento, la mejor encuadernadora de toda Asturias no le hayan tributado el merecido honor con los reconocimientos debidos a su inmejorable labor en Asturias, sorteando las viles barreras de la envidia, hipocresía y competitividad de otros, afines a la profesión. Es del todo inaceptable desde mi punto de vista que no se reconozca aquí en Oviedo a las personas que valen y se las premie en virtud a su condición y valía. Hacemos desde estas líneas una humilde llamada de atención y reconocimiento, con un delicado elogio al libro y a su máxima representante a nivel profesional en Asturias, verificado en la persona encuadernadora: doña Dolores Díaz Gállego. Y finalizamos este escueto pero singular elogio hacia Dolores y hacia su arte concluyendo con otra frase de don Ramón Gómez de la Serna que dice: «La nueva lectura del libro encuadernado es diferente a la que se hizo de sus páginas en rústica. Se encuentran nuevas cosas, matices más firmes y una resistencia mayor al olvido». Las personas del nivel profesional de Dolores merecen un puesto elevado y el reconocimiento de sus clientes e instituciones culturales que se precien. Adelante, Dolores, y ánimo, tu profesión y el libro se lo merecen.
Enrique Burguet Fuentes, Oviedo
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