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El chigre de Mino en los Pontones

19 de Febrero del 2013 - Florentino Fernandez Ruiz (Mieres)

Cuando la globalización va uniformando los modos de vida, hasta resultar peligroso ser o pensar diferente, arrasando las pocas señas de identidad que nos quedan, cuando bajo fórmulas de turismo rura,l se intenta vender la mortaja de las formas de vida de nuestros antepasados, cuando se nos convence de que no hay alternativa para cambiar las cosas y solo podemos aspirar a ver discurrir la vida ante un TV; uno intenta desenterrar la memoria de aquellos años, cuando éramos niños, en los años cincuenta en Los Pontones (Hueria San Juan).

Eran núcleos de población que tuvieron vida y en los que hasta a última casa estaba habitaba y alrededor de cien niños y niñas ibamos a la escuela.

Hoy muchas de sus casas han desaparecido y de otras solo quedan los escombros de su pasado esplendor.

Los Pontones tenía los comercios de Samuel, de Marcelino, de Máximo, el chigre de Avelino, el Quirosán, el chigre de Mino, casa Fermina que era donde comprábamos los guajes ...

El Bar de Mino, era un bar sencillo y uno de los mas populares de la Hueria San Juan en aquellos años, los pocos clientes antiguos que van quedando lo recuerdan con nostalgia, por las largas tardes de partidas de bolos que al cuatrear la bola se mezclaban con los topetazos de las vagonetas en la plazuela de Baltasara o cuando maniobraban en la escombrera de los Cuarteles.

Dentro del bar se respiraba un ambiente de buena armonía y tranquilidad y la clientela en su mayoría mineros echaban unas manos de cartas que duraban hasta altas horas cuando no había tajo al día siguiente. Se hablaba de algunas partidas famosas o acontecimientos sociales como la cena de un alcalde que al marchar se encontró las ruedas del coche pinchadas.

Todavía no había TV y leyendo los periódicos y escuchando la radio se discutía de política en voz baja y de ciclismo entre los seguidores de Bahamontes y Loroño.

Los domingos se escuchaba en la radio los resultados de la liga y los partidos retransmitidos de fútbol y la polémica la centraba el Real Madrid, el Barcelona, el Bilbao..... lo mismo que ahora y la rivalidad se centraba entre Di Estefano y Kubala y se comentaban los reflejos de Ramallets, la velocidad de Paco Gento, la cabeza de Koscis, la izquierda de Puskas o el regate de Piru Gainza.

El café era de pote hasta que instalaron una cafetera express, pero la gente decía que el café ya no sabia igual.

Allí íbamos los guajes a comprar, cuando caía alguna propina, aceitunas rellenas y a buscar chapes de Mirinda o de cerveza, para jugar en la acera de la escuela, después de poner la fotografía correspondiente y un cristal rematado con jabón.

Los habitantes de la Hueria, en su mayoría, tenían "apodos" eran los del "Cabanón" los del Duque, Los Pruvichos, los Casetas, los de Pasarin, los de Jamina, Los Campona ...

Al caer la tarde un hombre muy conocido en la Hueria, bajaba de la falda del monte de Polio todos los primeros de mayo para merendar y celebrarlo en el chigre de Mino.

Hoy no queda ninguno, a uno le resulta increíble pensar como debajo de cualquier castañar, aprovechando la oscuridad de la noche o regresando de la verbena de la fiesta, que el pueblo celebraba en agosto en el prau de Justa, estos parajes fueran el escenario natural de las primeras caricias de muchas parejas, que a nosotros nos gustaba espiar.

Quizá, detrás de la desaparición de estas formas de vida, está la crisis de este capitalismo, que solo busca la forma de reproducirse, sin importarle para nada el que las personas pierdan la forma de ganarse la vida, llevándose el sabor y el olor de antaño.

Aquel olor del chigre de Mino a tinto de pellejo, celtas y tabaco de picadura.

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