El catedrático Eduardo Serrano Alonso y la Universidad
Como cada mañana, desayuno leyendo LA NUEVA ESPAÑA, y al llegar a su página 28 me encuentro con un titular que me llena de gozo y de satisfacción «El juez obliga a la Universidad de Oviedo a readmitir al catedrático Eduardo Serrano», y esta noticia que hace tiempo esperábamos los que nos sentimos orgullosos de conocer y tratar a este insigne ovetense, hoy queremos celebrarla como pequeño homenaje para un gran hombre.
Desde que en el año 1608, en el que el arzobispo Fernando Valdés Salas fundara la Universidad de Oviedo, nombres propios han ido enriqueciendo nuestra Universidad, el deán Asiego, el obispo Pisador, Feijoo, Pedro José Pidal, Leopoldo Alas, Fermín Canella, Álvarez Gendín, López-Cuesta, todos estos nombres propios y otros muchos que estoy seguro que tendrían méritos sobrados para estar en este listado han hecho posible que hoy tengamos una Universidad moderna, pero no sé si justa.
Recientemente LA NUEVA ESPAÑA nos acercó un poco a la vida de Eduardo Serrano, perteneciente a una familia ovetense muy vinculada a la judicatura y a la Universidad. Eduardo siempre ha sido un gran estudioso, premio nacional fin de carrera, con dos licenciaturas, doctorados en las Universidades de Oviedo y Bolonia, tiene 48 años de servicios al Estado, habiendo desempeñado la función pública como magistrado de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, y como catedrático numerario de Derecho Civil.
Como investigador tiene numerosos artículos en revistas especializadas, y tiene publicados un buen manojo de libros.
Desconozco las razones que las autoridades académicas de nuestra Universidad hayan tenido para no permitir que Eduardo impartiese su último curso, completase su año 49.º de servicios al Estado, pero lo que sí está acreditado es que la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Asturias, que ha ratificado una sentencia anterior, le da la razón al catedrático Eduardo Serrano Alonso, pero los alumnos de nuestra Universidad no podrán beber del pozo de sabiduría que Eduardo fue forjando en su larga vida de hombre de leyes.
Apenas hace dos meses, en el aulario del Cristo, pasaba por el angosto pasillo de los despachos de los profesores de Derecho Civil, un pequeño letrero con su nombre y apellidos se dejaba ver con la tenue luz; el despacho, cerrado a cal y canto, los alumnos ya no podrán ir a plantearle sus dudas, creo sincera y honestamente que aunque a Eduardo se le impida dar su última clase magistral no se puede impedir que el magistrado y catedrático Eduardo Serrano Alonso entre a formar parte de ese listado de nombres propios que han ido enriqueciendo nuestra Universidad desde 1608, que se inicia con Fernando Valdés Salas y que yo quiero cerrar con Eduardo Serrano Alonso.
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