La opción cero

25 de Mayo del 2009 - J. Jesús J. Suárez González (Gijón)

Si el pasado siglo XX fue el mas horrible para la humanidad, con dos guerras mundiales y decenas de conflictos de media y baja intensidad, que dejaron cientos de millones de muertos, heridos, viudas y huérfanos, el siglo XXI puede ser, si no actuamos con determinación, el último para nuestra especie y quizá para el propio planeta Tierra. Corea del Norte ha efectuado su segunda prueba nuclear subterránea y cuenta además en su arsenal con misiles con un alcance de más de 6.000 Km. capaces de batir medio mundo. No es el único país de este club diabólico. A los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho de veto (que casualidad), hay que sumar India, Pakistán e Israel. Irán está haciendo enormes progresos tanto en cohetería como en enriquecimiento de uranio, incluso algunos expertos opinan que posiblemente pueda tener ya alguna bomba procedente de las antiguas repúblicas islámicas soviéticas. La proliferación del armamento nuclear es imparable y con ello la posibilidad de un fallo, un error, o que cualquier iluminado se le ocurra apretar el terrorífico botón. Porque si bien hacer una bomba atómica es un proceso bastante simple, si disponemos del material suficientemente enriquecido (bastan catorce kilos para superar la masa crítica), mantener la seguridad (aquí no se puede andar con tonterías) es bastante mas complejo, mas si tenemos ojivas emplazadas en misiles dispuestos para su lanzamiento inmediato. La tecnología de que disponen algunos países tercermundistas está muy lejos de dar una seguridad tranquilizadora pero, para decir la verdad, tampoco los inmensos arsenales nucleares de EE UU, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña son al 100% seguros. Es decir, vivimos encima de un polvorín atómico donde la posibilidad de un accidente o un incidente son reales. El Consejo de Seguridad no tiene autoridad moral para condenar las pruebas nucleares de Corea del Norte porque, como hemos dicho, sus cinco miembros permanentes están armados hasta los dientes y han realizado todas las pruebas que han querido pero, además, han consentido en el pasado que tanto India y Pakistán, como Israel accedieran a estas armas de destrucción masiva, incluso el estado sionista dispone de misiles Jericó III con un alcance superior a los 6.500 kilómetros y un radio de acción donde cabe casi toda Europa y una gran parte de Asia. La antigua URSS estuvo muy preocupada por frenar la carrera de armamentos (fue una de las causas de su desintegración) y por frenar la proliferación nuclear, pero los EE UU no lo aceptaron. En la cumbre de Reykiavik (esto sucedía en los años 80) la Unión Soviética puso sobre el tapete un paquete integral de propuestas de acuerdos basados en concesiones recíprocas, propuestas que de haber sido aceptadas hubieran podido imprimir un giro en la lucha por la limitación y eliminación de las armas nucleares, pero el presidente norteamericano Reagan no lo aceptó en favor de su programa de Iniciativa de Defensa Estratégica, mas conocido como Guerra de las Galaxias, que ahora se está desplegando en Polonia y la República Checa, obligando a Rusia al desarrollo de nuevos sistemas de armas para garantizar su soberanía. Es ilustrativo lo que manifestaba el veterano diplomático estadounidense George Kennan: Dejémonos de enturbiar el agua y cargar toda la culpa sobre nuestros adversarios. Debemos recordar que, justamente, fuimos nosotros, los norteamericanos, quienes en cada vuelta del camino actuamos como iniciadores del desarrollo de semejantes armas (las nucleares). Fuimos los primeros en crear y ensayar tales artefactos, potenciamos su capacidad destructiva con la bomba de hidrógeno, fuimos los primeros en crear el vehículo de reentrada múltiple, rehusamos toda propuesta en el sentido de renunciar en principio a ser los primeros en emplear el arma nuclear, y somos los únicos, Dios nos perdone, que hemos empleado este arma contra otros seres humanos, contra decenas de miles de personas indefensas. Esta dinámica solo puede conducir al desastre y lo que los ciudadanos del mundo debemos exigir es el desmantelamiento total de todas las armas de destrucción masiva, nucleares, químicas y bacteriológicas, empezando por los sistemas emplazados en aviones y buques, siguiendo por la artillería pesada y misiles de corto y medio alcance y terminando con los vectores estratégicos de cabezas múltiples con base un tierra (ICBM) y en submarinos (SLBM). Solo hay una alternativa a la proliferación nuclear y al desastre la Opción Cero.

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